Danzad, danzad malditos
El partido ante el Celta escenificó a la perfección lo que es esta Real cautiva, derrotada y tiesa; pero Imanol merece una despedida a su altura
En plena desolación al descanso, sin ninguna gana siquiera de engullir el bocadillo, con la frustrante sensación de lo largas que se nos van a ... hacer las semanas de otoño e invierno la próxima temporada sin partidos europeos, irrumpió en los videomarcadores primero el ominoso 'kiss cam' y luego el no menos inoportuno 'dance cam'. Con un cuadro depresivo inédito casi desde los tiempos de Moyes o más allá, tras cuatro partidos y medio sin marcar un puñetero gol, conteniendo las ganas de coger el topo y volver a casa a rumiar la desgracia futbolística, alguien del club invitaba al personal a comerse a besos primero y a bailar después. La próxima vez se puede intentar lo mismo en la consulta del dentista, en el juzgado o en un funeral. Hay patrocinadores por medio, pero habría que priorizar la sensibilidad y el buen gusto. Dos puntos de 18 en Liga, 18 partidos de 36 sin anotar un tanto, ocho victorias en 18 partidos de Anoeta, un grupo de imberbes del Celta 'trolleándote' con las pérdidas de tiempo -esto vino luego- y tener que aguantar eso. Si fuera una película, sería 'Danzad, danzad, malditos', estadounidense como esas costumbres tan poco exportables a un estadio como el de Anoeta.
Fue un detalle, pero cómo sería la forma de encajarlo por parte de un carbonizado personal que fue lo que verdaderamente provocó la música de viento en la grada. Antes y después hubo algún pito tímido, pero todo muy alejado del clima de abucheo y protesta general que hubo quien quiso alentar desde las redes sociales. La indiferencia es en ocasiones más sangrante que la indignación expresa, pero lo que terminó por hacer explotar a la paciente hinchada fueron el 'kiss cam', el 'dance cam' y el árbitro.
Quedan el amor propio mostrado por los jugadores en la segunda mitad y, al mismo tiempo, una sensación de abandono tal, que daba la sensación de que aparte de Olabe, Imanol y seguramente Zubimendi también la Diosa Fortuna había abandonado a la Real. Lo sucedido en la primera parte fue tan frustrante como lo presenciado en partidos anteriores:un eterno 'quiero y no puedo' y esa impresión de que ya nada está bajo el control de Imanol. Un bloque, el Celta, contra once jugadores corriendo sin mucho sentido. Por lo menos ellos, tiesos anímica y físicamente, daban la cara. Habría que pedir explicaciones a los que no han disputado estos partidos decisivos en la lucha por Europa alegando unas molestias, sin un parte médico. Allá en Rusia habrá un tal Karpin indignado si se entera. Menuda decisión asimismo la de no fichar en enero, con tres jugadores menos -los que se fueron cedidos- y el calendario más endemoniado en toda la historia de la Real. ¿A quién tenía Imanol para rematar centros?
Vaya, el contexto perfecto para besarse ante una cámara o ponerse a bailar. O para hacer vídeos para TikTok en Anoeta con tres jugadores sobre el Clásico Barça-Madrid en la previa del encuentro ante el Atlético de Madrid.
Sentado todo lo anterior, merece la pena aparcar este amargor y hacer un ejercicio de memoria para tributar este domingo a Imanol Alguacil Barrenetxea el homenaje que merece en su último partido en casa. El técnico del título de Copa de 2021, el de las cinco participaciones seguidas en Europa, el que devolvió la grandeza a la Real. Es inabarcable lo que ha hecho estos años, su legado es inmenso. Eskerrik asko.
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