Que Arnaldo Otegi, coordinador general de EH Bildu, se desmarque del 'ongi etorri' al exetarra 'Mortadelo' y asegure al mismo tiempo que «no es el ... portavoz de la izquierda abertzale» y que «las cosas que afecten a Sortu las tiene que contestar Sortu» proyecta un indisimulado tensionamiento en las entrañas del soberanismo. En los cuatro controvertidos hechos registrados en esta última semana se ha puesto en cuestión la autenticidad del pronunciamiento empático de la izquierda abertzale hacia las víctimas en la declaración de Aiete y en el rechazo del EPPK a los 'ongi etorris'. Resulta inquietante que hace dos meses el propio Arkaitz Rodriguez, líder de Sortu, leyera junto a Otegi aquel comunicado de apoyo a las víctimas, y dos meses después el propio Rodriguez clamase que la muerte de Troitiño -con 22 asesinatos a sus espaldas- era un «día de duelo para la izquierda abertzale». Y para erosionar aún más los compromisos adquiridos, dirigentes de Sortu jaleaban sin rubor a 'Mikel Antza', exjefe del aparato político de ETA, en los juzgados de Donostia, y horas después Sortu ascendía a David Pla, el último jefe de ETA, a la cúpula de la dirección del partido. El vergonzante 'ongi etorri' en Pamplona al exetarra 'Mortadelo', después del rechazo que el colectivo de presos hiciera en otro comunicado a este tipo de actos, ha sido la puntilla y pone en cuestión la armonía interna en la izquierda abertzale, ya que la distancia entre lo que ese mundo teoriza y lo que se pone en práctica no puede ocultar que una disidencia encabezada por ATA, aunque minoritaria, está saboteando las estrategias oficiales. Sin embargo, serán los actuales jefes de la izquierda abertzale quienes deberán sofocar esta contestación interna si quieren ser unos dirigentes fiables y creíbles. Antes ya lo hacían.
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