Pablo Casado es un líder político entre las cuerdas en un cuadrilátero que pudo haber evitado hace meses pero que, de manera incomprensible, prefirió mantener ... para escenificar un combate fraticida con Díaz Ayuso que le puede tumbar KO en la lona. El líder del PP ha perdido la iniciativa en su devastador pulso con Díaz Ayuso desde el mismo momento en el que la mayoría de los barones regionales han mantenido en estos últimos días un atronador y significativo silencio.
Salvo el presidente de Murcia que salió enseguida al rescate de Casado, ningún otro dirigente adscrito a esa baronía ha mostrado su adhesión incondicional con el presidente del PP. Esta falta de apoyo expreso por parte de sus líderes autonómicos a quien hasta ahora ha ostentado el poder absoluto en el aparato del partido sitúa a Casado en una alarmante posición de debilidad. Ni el sorprendente archivo por vía urgente del expediente abierto sobre la comisión percibida por el hermano de Díaz Ayuso pudo frenar ayer a los varios miles de simpatizantes del PP que protestaron ante la sede de Génova para pedir la dimisión de Casado y clamaron su incondicional apoyo por Isabel Díaz Ayuso, a quien ya le colocan como candidata a la Moncloa. Lo nunca visto.
Con el paso de los días desde que estallara la guerra interna crece la autoridad moral y política del presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, quien urge a Casado a que tome decisiones inmediatas a través de la convocatoria de un congreso extraordinario, al margen de emplazarle a que suscriba un armisticio que corte la hemorragia que está desangrando al partido. Casado, que ya hizo caso a Feijóo al reunirse el viernes con Ayuso para buscar un acuerdo que no prosperó, deberá seguir el guion del líder gallego para buscar soluciones ya mismo. Sin embargo, el silencio y la soledad que rodean al líder del PP son más que alarmantes.
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