Pocos podían imaginar hace siete años que aquel registro policial realizado en una ignota calle -Mestre Nicolau, 19- de Barcelona, donde se ubicaba la sede ... del instituto Nóos, era el inicio de un final que podía llevar a la cárcel al yerno del entonces rey Juan Carlos, hoy cuñado del rey Felipe VI, y marido de la infanta Cristina. Pero la maquinaria de la Justicia se puso en funcionamiento cuando una comisión policial encabezada por el fiscal Pedro Horrach el 7 de noviembre de 2011, bajo la orden del juez José Castro, comenzó a pisar los talones a Iñaki Urdangarin y a su socio Diego Torres. El hilo de la investigación iniciada sobre un sobrecoste desmesurado en la construcción de un polideportivo en Mallorca -caso Palma Arena- abrió la caja de la corrupción que se tejía en ese entramado financiero y, años después, mostraba sonrojantes episodios domésticos que se iban filtrando desde algunos rincones afectados por aquellas investigaciones judiciales. Era el caso del disco duro del ordenador de Diego Torres que iba escupiendo un día sí y otro también innumerables correos electrónicos que aireaban todo tipo miserias humanas del entonces duque, algunas de ellas sonrojantes.
El final del caso Nóos ha mostrado a la luz pública cómo un juez y un fiscal de provincias y desconocidos hasta ese momento trabajaron con diligencia y profesionalidad -al margen de sus posteriores desavenencias a raíz de la responsabilidad que pudo tener la infanta- para llevar la instrucción de un proceso, que no era nada fácil, a un juicio oral que sentó en el banquillo de los acusados a la mismísima hermana del Rey -luego absuelta- y a su marido.
La entrada de Iñaki Urdangarin en la cárcel abulense de Brieva -bajo una absoluta discreción- supone sin duda un antes y un después en la historia reciente de la democracia española. La Casa Real mantiene silencio, aunque la procesión vaya por dentro ante un hecho insólito como es el encarcelamiento del cuñado del Rey. Mientras, la infanta Cristina, desposeída del ducado y alejada ya del núcleo duro de la Familia Real, mantiene sus derechos dinásticos, a pesar de todos los pesares.
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