Pulsión de censura
La victoria arrolladora de Isabel Díaz Ayuso ha sido posible porque ha logrado tocar una tecla emocional muy eficaz. El PP se ha quitado la ... espina de la 'derechita cobarde' y se reivindica como la 'derecha alegre' y permisiva de la libertad frente al hartazgo por las restricciones sanitarias. El cansancio pandémico se ha convertido su mejor combustible electoral, sobre todo entre los jóvenes y las clases medias. Y ha ganado de calle el plebiscito frente a Pedro Sánchez. La vencedora se ha envuelto en una especie de nacionalismo castizo madrileño, de orgullo identitario capitalino, con la hostelería en el centro de gravedad, que ha eclipsado otros debates sobre la gestión del PP en los últimos 26 años. Frente a esa realidad, la izquierda ha construido un discurso para la movilización del electorado progresista, pero ese mensaje ideologizado frente al riesgo de involución democrática que implicaba la extrema derecha no ha sido suficiente revulsivo. Este registro clásico ha dejado de calar entre sectores de clase media y las nuevas generaciones que no viven ya esa pulsión. La izquierda tiene que entender este cambio social si quiere seguir pegada al terreno del principio de realidad y reconquistar algún día una mayoría en Madrid. El PSOE, con una sangría de votos a favor de la nueva izquierda que representa Más Madrid, tendrá que encontrar referentes más competitivos para frenar su caída, por ejemplo, entre los treintañeros, y no ver erosionado su perfil de socialdemocracia moderna y útil, como le pasa al SPD frente al empuje de los verdes alemanes. A su vez, la decisión de Pablo Iglesias de irse de la política, consciente del voto de rechazo que ha generado, abre una seria incógnita sobre el porvenir de Unidas Podemos.
Que estas elecciones se conviertan en un cambio de rasante en la política española dependerá también de Sánchez, que recibe un serio primer aviso de censura, debe recuperar la iniciativa de su agenda social y tendrá a Madrid como ariete de la oposición. Los comicios no son extrapolables ante unas futuras generales. Pero van a condicionar el futuro. El PP gana con una coctelera de nacionalismo madrileño, derecha dura y cabreo con Sánchez. Una mezcla que no le garantiza acertar en la reunificación del centroderecha. Los populares tienen motivos lógicos para estar exultantes. Ayuso obtiene un respaldo espectacular y tiene margen para gobernar en solitario, aunque necesite a Vox para la mayoría absoluta y este dato tampoco es inocuo. Sería un error pensar que el resto de España respira igual que el polarizado ecosistema madrileño. Y Pablo Casado se equivocaría si se limitase a aplicar esta receta del éxito.
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