Diciembre de 1970. La Policía Armada frena una protesta en el exterior del Gobierno Militar de Burgos.

El proceso que se volvió contra 'el régimen'

Aniversario histórico ·

Se cumplen hoy 50 años del inicio del juicio de Burgos que fraguó la estrategia de la violencia y alumbró la épica del nacionalismo rupturista

Alberto Surio

San Sebastián

Jueves, 3 de diciembre 2020, 06:02

El 3 de diciembre de 1970, hace justo 50 años, comenzó en la sede del Gobierno Militar de Burgos, en la VI Capitanía General, el ... sumario 31/69, un macrojuicio contra 16 miembros de ETA. La Fiscalía militar les acusaba de tres asesinatos, entre ellos el del comisario de la Policía secreta de Irun Melitón Manzanas. Gracias a la presencia de corresponsales extranjeros, el proceso de Burgos se convirtió en un revulsivo contra la dictadura franquista, que había intentado una demostración de fuerza. Entre los acusados, seis fueron condenados a muerte –Eduardo Uriarte, Xabier Izko de la Iglesia, Jokin Gorostidi, Mario Onaindia, Xabier Larena y Unai Dorronsoro– aunque las penas al final fueron conmutadas. El tiro le salió por la culata a la dictadura porque, en términos históricos, la vista sirvió para catapultar el sentimiento de oposición antifranquista en Euskadi, galvanizar a ETA y su estrategia de violencia y fraguar una épica que alimentó durante años al nacionalismo radical.

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Estado de excepción. El proceso catalizó un movimiento de protesta que fue especialmente relevante en Gipuzkoa, donde el Gobierno de Franco declaró el estado de excepción el 4 de diciembre. El 1 de diciembre, un comando de ETA había secuestrado en San Sebastián al cónsul de Alemania, Eugenio Behil, en una acción propagandística para internacionalizar la vista. En Gipuzkoa son los sectores de la izquierda no nacionalista los que promovieron las movilizaciones de manera muy activa. ETA había sido diezmada policialmente y los militantes del PCE y de las primeras Comisiones Obreras y del futuro Movimiento Comunista, a pesar de sufrir también las redadas, tuvieron un papel clave, recuerda el librero Ignacio Latierro. La gran paradoja es que, como apunta, después sería ETA y el nacionalismo radical los que capitalizaron aquella contestación social en la que las fábricas y los estudiantes ejercieron de punta de lanza para paralizar la actividad. El día del inicio del juicio, el comercio echó la persiana a partir de la tarde. Durante las primeras horas del día, en la Parte Vieja se habían incorporaron a la huelga la librería Lagun, una perfumería de la plaza de la Constitución, un comercio de efectos navales de la calle San Jerónimo y un establecimiento de regalos de la 31 de agosto que era propiedad de la esposa de Joseba Elosegi.

Las dos asambleas de ETA. En Gipuzkoa, la Policía franquista intentó descabezar la protesta. Días antes había desarticulado la llamada Coordinadora de Banca, que era de Comisiones Obreras. El PCE y ETA, en un movimiento inédito, realizaron un llamamiento conjunto a los paros. Claro que aquella ETA era la de la VI Asamblea, acusada de españolista por los de la V Asamblea. En el juicio se vio ese pulso ideológico en los mensajes internacionalistas de Mario Onaindia o en las arengas a favor de los trabajadores españoles de otros de los acusados. En la primera edición de un libro sobre la historia de Euskadi de Francisco Letamendia, 'Ortzi', ya se reflejaba aquella capacidad de la izquierda obrerista estatal durante aquellos meses. En posteriores ediciones de aquella publicación se obvió esa referencia.

Los abogados de los procesados, en uno de los recesos de la vista judicial.

El papel de Monzón. Sin embargo, en la sociedad ya se había sembrando el embrión y el discurso nacionalista radical que exhibía desde San Juan de Luz Telesforo de Monzón rentabilizó con el tiempo las movilizaciones. Se empezaba a construir un entramado civil que durante muchos años fue luego el soporte sociológico del terrorismo de ETA, en especial en Gipuzkoa. El papel de una parte de los abogados –que representaban a todas las sensibilidades antifranquistas– fue decisivo para que cristalizara una cultura frente a la represión. Además, la incipiente división en ETA se abortó pronto con su vuelta a la actividad armada y el ingreso de un grupo relevante de miembros procedentes de EGI-Batasuna, los jóvenes del PNV a partir de 1972.

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Muerte en Eibar. En la contestación callejera en Eibar, el viernes 4 de diciembre, Roberto Pérez Jáuregui, un militante del Partido Comunista Internacional (después se convirtió en el Partido del Trabajo de España), era alcanzado por un disparo a muy escasa distancia de un agente de la Policía Armada, que había tomado el municipio armero para reprimir las protestas. Murió el 10 de diciembre con solo 21 años.

El papel del PCE, de Comisiones Obreras y del MC en las protestas callejeras fue determinante en Gipuzkoa

La conmutación de las penas de muerte provocó un ambiente de casi insubordinación en la Capitanía de Burgos

Soborno al tribunal. El juicio también acentuó las contradicciones del franquismo. Un concienzudo estudio elaborado por los historiadores Gaizka Fernández Soldevilla y José Francisco Briones desvela un intento de soborno al ponente de la causa, el capitán Antonio Troncoso, para evitar las condenas de muerte. Este análisis, publicado en la revista de historia 'Araucaria', descubre que desde el Ministerio de Información y Turismo, un emisario del ministro Alfredo Sánchez Bella quiso sobornar al acusador con un cargo de vicepresidente del Banco Hipotecario o del Banco de Crédito Agrícola si evitaba las penas de muerte. La oferta fue rechazada. El asunto fue investigado, pero no se pudo demostrar su veracidad.

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Insubordinación. El verdadero 'cerebro' del proceso fue el coronel auditor Fernando Suárez de la Dehesa, que preparó la acusación junto a Troncoso. Fernández Soldevilla y Briones revelan que, tras conocer los indultos, se registró un ambiente de casi insubordinación en la Capitanía General de Burgos. El juicio había dado alas a la aparición del búnker en el corazón del franquismo.

El servicio secreto de Franco espió a algunos ministros durante el juicio

El 28 de diciembre, día de los Inocentes, el tribunal militar anunciaba las condenas, entre otras las seis penas de muerte. En el Consejo de Ministros del 30, el dictador tomó la decisión de conmutar las penas capitales tras una fuerte presión internacional, que incluía la propia intermediación del papa Pablo VI. El juicio ya había mostrado un desmarque hacia el régimen de una parte de la Iglesia Católica. Franco hablaba de 'clemencia', pero su decisión evidenciaba una notoria derrota.

Según los historiadores Fernández Soldevilla y Briones, Franco organizó su propio miniservicio secreto para espiar a algunos de sus ministros por sus movimientos durante esos convulsos días. Un informe sobre el ministro de Información y Turismo, Alfredo Sánchez Bella, al que se situaba en la línea más aperturista, revelaba que había ocupado en la Guerra Civil importantes cargos en la 'zona roja' y que hablaba muy mal «del caudillo».

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