La decisión de la Sala Segunda del Tribunal Supremo de repetir el juicio de Bateragune, en el que Arnaldo Otegi, entre otros dirigentes de la ... izquierda abertzale, fue condenado a seis años y medio de cárcel, convulsiona el tablero político vasco al mandar de nuevo al banquillo de la Audiencia Nacional al líder de EH Bildu por un asunto por el que ya fue penado e inhabilitado para cargo público. Es una incomprensible repetición que a buen seguro alentará el victimismo de quienes aún se resisten a condenar el terrorismo de ETA con meridiana claridad. Sorprende cómo los dieciséis magistrados del pleno coinciden de manera unánime en aplicar un artículo del Convenio Europeo de Derechos Humanos para justificar la repetición de la vista por haber incurrido el proceso en «vicio esencial», que no es otro que la indisimulada parcialidad de quien presidió el primer tribunal: Ángela Murillo. El caso Bateragune, con Otegi acaparando todos los focos de atención, volverá a resurgir con un detalle no menor en la reedición de la vista: ETA está ahora desaparecida y disuelta, ya que en el momento de aquel primer juicio el final de la banda estaba en plena ebullición y aún sin finalizar.
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Tras materializarse esta excepcional repetición del juicio queda en evidencia que la jueza Murillo nunca debió haber presidido aquel tribunal juzgador en la Audiencia Nacional después de que en una vista anterior sobre un juicio de enaltecimiento, soltara lindezas a Otegi como la de «a mí como si bebe vino», cuando la abogada Goirizelaia le pidió permiso para acercar al procesado una botella de agua.
Otegi, que ha roto moldes al respaldar sin pestañear los Presupuestos Generales del Estado para fortalecer un eje de izquierdas español, volverá a ocupar los focos judiciales con este 'revival' y buscará aprovechar la adversidad. De eso sabe mucho. Mientras, Sánchez, en modo 'off'.
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