Secciones
Servicios
Destacamos
«Recuerdo bajar a la calle y escuchar a un amigo decirme: 'Oye, que me han dicho que han matado a tu padre. ¿Qué ha ... hecho?'». «Eché en falta sensibilidad del entorno social en general, era como si no pasara nada». «Éramos unos apestados, molestábamos, éramos el testimonio vivo del horror de lo que estaba pasando en el País Vasco». Estos tres mensajes que retratan las situaciones y sentimientos de soledad que acompañaron durante años a muchas de estas personas, son tan solo un ejemplo de los testimonios que se pudieron escuchar este domingo de boca de familiares de víctimas del terrorismo y la violencia durante el acto del Día de la Memoria organizado por el Gobierno Vasco a través de Gogora.
En medio de un silencio absoluto sus palabras resonaron este domingo en el palacio Villa Suso de Vitoria, en el tributo anual a la memoria de las víctimas, presidido por Imanol Pradales, que en su primer Memoria Eguna como lehendakari reivindicó una memoria «completa, sin discriminaciones ni olvidos, crítica y sin revanchismos» para superar «relatos autojustificativos y autocomplacientes». También dirigió parte de su mensaje a los jóvenes: «Quisiera interpelarles, despertar su curiosidad, sus ganas de aprender. Su futuro depende también de que no repitan los mismos errores del pasado».
Pradales apeló a los ciudadanos vascos a hacer frente «a nuestra historia con honestidad, con transparencia, desnudándonos ante el espejo de la memoria». Proclamó así que el compromiso de clarificar el pasado de la violencia debe ser «de todos», que debe ser también un compromiso «de solidaridad, reconocimiento y reparación» a todas las víctimas de vulneraciones de derechos humanos «no solo por nosotros, también por las próximas generaciones».
El lehendakari, que en su discurso no pronunció el nombre de ETA ni de otros grupos responsables de todo ese terror, llamó a «condenar» todas las violencias. «No solo porque es nuestra obligación, sino porque se lo debemos también a los que vienen». «Solo sobre esos valores podremos construir el futuro de nuestro pueblo. Para que lo vivido aquí no vuelva a suceder. Para que nadie vuelva a padecerlo», expuso.
Pradales remarcó que la memoria «no es solo el pasado, es también el futuro, es nuestra responsabilidad fortalecer este puente que une a ambos, arraigar el conocimiento y el compromiso de la juventud. Sólo la memoria crítica lo logrará».
En un ejercicio de «memoria personal» rememoró su primer contacto con un hombre que había sufrido abuso policial o los episodios «sábado tras sábado» cuando grupos de jóvenes recorrían las calles de Portugalete «dándole fuego a todo lo que se les ponía por delante». También citó algunos momentos «muchísimo más graves» que tienen como protagonistas a «personas están con nosotros, que fueron secuestradas o que tuvieron que vivir con terror durante muchos años de sus vidas».
La intervención de Pradales fue la encargada de cerrar el acto central del Día de la Memoria, una jornada que se viene celebrando desde 2010 cuando el Gobierno Vasco del lehendakari socialista Patxi López instauró esta conmemoración. Según las palabras de Pradales, este día «debe servirnos para recordar, transmitir y socializar». «Debemos construir la memoria sobre principios y valores éticos y democráticos. Debemos construir sobre la verdad». Ha afirmado que debe ser además «una memoria sincera, clara y justa, a la altura del padecimiento tras tantos años de terror, injusticia y dolor».
Previamente la consejera de Justicia y Derechos Humanos, María Jesús San José, ensalzó el papel fundamental de aquellas personas que dignificaron a la sociedad vasca rompiendo la «espiral del silencio» frente al terrorismo y la violencia. Advirtió de que una sociedad sin memoria es una sociedad «enferma, inhumana, perdida e incapaz de construir un mínimo suelo ético que permita la convivencia».
Puso en valor que hoy la sociedad vasca y sus instituciones trabajan para «convertir la memoria de las víctimas del terrorismo y la violencia policial ilícita en el referente de un futuro en paz, basado en la libertad, la tolerancia, la justicia y el respeto al pluralismo».
El objetivo es configurar una memoria que permita construir «un relato compartido, sustentado sobre el pilar irrenunciable del respeto a los Derechos Humanos y a los valores democráticos por los que tanto ha luchado la sociedad vasca». San José precisó que este relato deberá «desterrar cualquier intento de negación, excusa o justificación de lo que no fue más que violencia, dolor, sufrimiento y fractura social». La consejera defendió así la importancia de una memoria «basada en el rigor histórico y alejada de las imprecisiones, las medias verdades o las invenciones intencionadas».
Además de los testimonios grabados de las víctimas, Gogora eligió para este Día de la Memoria el testimonio de la periodista gasteiztarra Jeni Prieto. Aseguró ante políticos y familiares de asesinados que sabe que su deuda con las víctimas «nunca prescribirá» y que su «penitencia» es contar a todo el mundo, «cómo podemos convertirnos en cómplices sin darnos cuenta». Prieto se presentó como miembro de una generación que nació y creció «con el miedo y el pánico a la Policía porque torturaban y asesinaban. La Policía y la Guardia Civil eran las fuerzas del orden que teníamos que depurar, en realidad vivíamos entre torturas y calabozos, detenciones y miedo porque te tocara a ti o a tu hermano». Confesó que llegaron a pensar que con la amnistía del 77 «lo de ETA pararía, pero no fue así y tardamos demasiado en movilizarnos».
La periodista también compartió con los asistentes al acto lo que nunca se atrevió a decir a Mario Onaindia: «Me di cuenta cuando murió y ya era tarde. Me vino la necesidad de reconocérselo, de decirle que tenía razón, que en el fondo sabía que con las armas no. Que no podíamos seguir confundiendo la lucha por los derechos de los trabajadores, de las mujeres, por la igualdad y la libertad con los asesinatos casi diario de guardias civiles y policías nacionales...».
Prieto relató su experiencia con Gregorio Ordóñez con el que discutía mucho «porque me parecía horrible todo lo que decía», pero que el 23 de enero de 1995 «cuando supe que ETA lo había asesinado me morí de angustia, de rabia, de pena, de arrepentimiento. Seguramente me sentí cómplice y culpable y a partir de ahí nunca paré. Y nunca consentiré en mi presencia la más mínima expresión de odio».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
No te pierdas...
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.