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Vicente Gajate, a la derecha con camisa blanca, en una merienda con niños, en la asociación de vecinos Gabierrota de Errenteria.

«A Vicente lo mataron por socialista, hablaba claro contra ETA y eso estaba mal visto»

Cuatro compañeros veteranos del PSE de Errenteria recuerda a Gajate Martín, policía municipal asesinado por ETA en octubre de 1984

A. González Egaña

San Sebastián

Lunes, 14 de octubre 2024, 02:00

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El 17 de octubre de hace 40 años Vicente Gajate Martín, policía municipal de Errenteria –entonces Rentería– había terminado su trabajo y regresaba a su casa en el barrio de Beraun. Aparcó su vehículo y cuando iba a entrar en el portal tres etarras lo asesinaron de dos tiros en la cabeza. En el lugar se recogieron cinco casquillos de bala. Vicente cayó al suelo en la entrada del número 9 de la calle San Marcos y murió en el acto. «Durante años se podía apreciar en la puerta la hendidura que dejó una de las balas», rememoran tres compañeros socialistas que compartieron con él ese tiempo y rescatan para este periódico los recuerdos más amargos de la historia de su municipio.

El exalcalde y exlíder del PSE en Gipuzkoa Miguel Buen, que era en ese momento concejal y delegado de la Policía Local; Joaquín Acosta, miembro del partido y de UGT; y Antonio Pablo, que fue concejal con Gajate en la gestora municipal, los tres jubilados, se trasladan para este periódico al lugar donde ocurrió el atentado. Ninguno de los tres oculta su pesar y reconocen que no olvidarán esa noche en la que ETA asesinó a Gajate «porque era socialista». Como ellos, José María Gurrutxaga, que era entonces el alcalde, hace memoria desde la distancia de su retiro en Madrid y confiesa que este atentado le marcó por lo que supuso para los Gajate Martín. «El dolor se instaló para siempre en la familia de Vicente. Sus padres estaban destrozados, abatidos... La madre no entendía, no podía ni hablar», evoca el exalcalde.

Gajate, nacido en Salamanca, tenía 33 años, estaba casado con Purificación Ramos y era padre de dos hijos de 14 y 11 años. Era militante de UGT y había sido concejal socialista en la gestora que se había hecho cargo del Ayuntamiento de la localidad antes de las primeras elecciones democráticas de 1979. Cinco años antes de su asesinato había ingresado en la Policía Municipal. «Vicente participaba en el partido. Era un tipo alegre y de los que no se callaban. Hablaba claro contra ETA. Cuando tenía que posicionarse sobre algún atentado, lo decía sin filtro. Y eso aquí (en Errenteria) estaba mal visto. Los 'enemigos' estaban mal vistos, y más por ser miembro del comité de empresa del Consistorio por UGT», rememoran. Los cuatro coinciden en que era un trabajador «incansable». «Siempre dispuesto a echar una mano en lo que hiciera falta. Un día asistimos a una merienda en apoyo a niños con síndrome de Down y Vicente se presentó el primero. Lo estoy viendo con aquellos niños en brazos.... Era muy buena persona», relata Pablo.

Años de acoso en Errenteria

Con sus recuerdos reconstruyen episodios de la vida del municipio en el que era cotidiano el acoso del entorno a «los que no pensábamos como ellos». Buen rememora que tras el atentado, el hijo de Vicente, alumno de la escuela de Formación Profesional, «tenía que soportar todo tipo de agresiones verbales porque su padre había estado en la gestora municipal». Se seguía recordando, «interesadamente», un detalle que tuvo la gestora en unas fiestas de Madalenas con las familias que vivían en el cuartel de la Guardia Civil. «Pasamos con la procesión por delante del cuartel y cuando vimos a las mujeres y a los niños en los balcones nos dio no sé qué. Juanjo Zabala, concejal del PC, dijo: '¿Por qué no les llevamos pasteles y una caja puros a los guardias?' Aquello salió a la luz y los de HB llenaron el pueblo de pintadas amenazantes con las caras de los miembros de la gestora», relata Pablo, el único que no apareció en los pasquines. Pese a todo, no eran «conscientes» de que alguien del partido podía ser asesinado. «Pensábamos que no se fijarían en nosotros. A mí me decían tiempo después: '¿No tienes miedo?'. Yo miraba debajo del coche, al principio, pero luego hacía un gesto estúpido: cerrar los ojos cuando lo arrancaba.

Antonio Pablo, Miguel Buen y Joaquín Acosta se reúnen 40 años después del asesinato de Gajate. USOZ

Por la documentación incautada al comando responsable de la muerte de Gajate, supieron que antes habían intentado atentar contra otro policía municipal y no habían podido. El comando lo formaban los etarras José Ramón Zabaleta Garmendia, Francisco Javier Garmendia Arrieta y Andrés Mitxelena Galarza, que fueron condenados a 29 años de cárcel cada uno como autores del atentado. Uno de los compañeros de Vicente en la Policía Municipal, Pedro María Cuesta Garmendia, fue quien transmitió al comando a qué hora había salido. El juez le impuso 18 años de reclusión.

La cara de los asesinos

Gurrutxaga era el alcalde cuando ETA asesinó a Vicente. «Fue el tercer asesinato que conocí en Rentería, pero el de Vicente me impresionó por lo que ocurrió después», explica con un nudo en la garganta. El féretro de Gajate se instaló en el Ayuntamiento. En ese mismo lugar, a iniciativa del PSE, una placa en memoria de los trabajadores municipales asesinados por ETA recuerda desde 2016 a Gajate, igual que a José Luis Caso y Manuel Zamarreño. Tras el funeral y el entierro en el cementerio de Errenteria, cuatro mil personas se manifestaron contra el asesinato, la cifra más alta que se había concentrado contra ETA en el pueblo. En aquellas calles se escucharon gritos como «ETA, traidores, matáis trabajadores».

«Tras su muerte, su hijo soportó agresiones verbales y su madre que la tumba apareciera llena de pintadas con insultos»

Gurrutxaga se volcó con los padres de Vicente. «Pasado un tiempo, el matrimonio se presentó un día en la sede del PSE de la calle Prim. Les habían informado de que iban a juzgar a los asesinos de su hijo en la Audiencia Nacional, y querían ir», recuerda. Pidió al partido organizar el viaje y la respuesta fue que «porque iban a a sufrir al recordar aquello». «Pero el padre estaba decidido. Quería mirar a la cara a los asesinos», explica Gurrutxaga. Finalmente fueron los tres, pero al llegar a la Audiencia Nacional les comunicaron que el juicio se había suspendido. «Fue deprimente», expresa.

Gurrutxaga pasó junto a ellos parte de ese trance. «Tomábamos café y hablábamos poco, sobre todo la madre. Contaba que todos los días, con lluvia, viento, frío o nieve iba al cementerio a 'hablar con su hijo'. Más de una vez se encontró la tumba pintada con insultos». «Fue muy emocionante para mí saber su final». La madre enfermó y murió, y el padre intentó suicidarse. «Tuvieron muchos problemas. Es un ejemplo de lo que era ETA; crimen, dolor y tristeza de familias destrozadas», repasa Gurrutxaga que cita el comunicado de la banda, en el que la falsa 'justificación' era que confraternizaba con las fuerzas de Seguridad y era «un chivato».

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