Eugenio Ibarzabal, con un ejemplar de su último libro en la terraza de Tabakalera. Morquecho

Eugenio Ibarzabal

Escritor y periodista
«La historia nos enseña que la paz en Euskadi siempre es frágil y con peligro de romperse»

Su libro 'Muñagorri, el conde y las condesas' retrata la convulsa Gipuzkoa del XIX «con sus demonios familiares, que están dormidos, no desaparecidos»

Alberto Surio

San Sebastián

Lunes, 22 de septiembre 2025, 06:43

El donostiarra Eugenio Ibarzabal (1951), escritor y periodista, se sumerge en la apasionante historia del siglo XIX para narrarnos una crónica humana de aquella Gipuzkoa ... desangrada por la primera guerra carlista, sus orígenes y sus consecuencias. 'Muñagorri, el conde y las condesas' retrata las vicisitudes de unos personajes de la época, pero es una alegoría de una reflexión de Ibarzabal sobre la necesidad de recobrar la perspectiva. Y una conclusión: «el autogobierno en Euskadi y la democracia en España son porcelanas muy finas, demasiado frágiles; pueden romperse si jugamos con ellas».

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–¿Cuándo surge la idea?

–Cuando en los 80 visitaba a Caro Baroja en Itzea como coordinador de la revista 'Muga', él solía hacerse una pregunta: ¿cómo es posible que un país tan sugerente en el XVIII tuviera un XIX tan traumático?

–Y bien que lo fue...

–La primera guerra carlista fue espantosa. Lo que no empezó como un conflicto por la foralidad, terminó siéndolo.

–Presénteme a los personajes de su novela.

–El libro reconstruye las vidas del escribano y empresario José Antonio Muñagorri, y de Manuel José Zavala, tercer conde de Villafuertes, así como las de Escolástica de Salazar, condesa de Villafuertes, y Pilar Acedo, condesa de Echauz. Para ello investigué en el archivo histórico de la familia Zavala.

–¿Por qué se centra en Muñagorri, mediador con la bandera 'Paz y Fueros' en esa primera guerra carlista?

–Se exalta con frecuencia a Zumalacarregui, que lleva el nombre de calles y plazas, pero Muñagorri, el primer pacifista y partidario de una tercera vía negociada entre carlistas y liberales para acabar con la guerra, es un total desconocido. Un luchador que monta un ejército de 2.000 hombres para encontrar una salida a tanta tragedia. Al final, lo mata un fanático del bando liberal.

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Terrorismo

«El final de ETA es una derrota total, similar al desenlace de la segunda guerra carlista, no del fin pactado de la primera»

–¿Alguna similitud con el final de ETA, salvando las distancias?

–El final de ETA es una derrota total del terrorismo; se parece más al final de la segunda guerra carlista, no al de la primera, que fue negociada y que desembocó en el acuerdo de Bergara.

–¿Y que da lugar a un período próspero y moderado?

–Los fueristas liberales, la gente moderada del país, fue decisiva. Por eso es importante la moderación. Ha resultado práctica.

–¿Pero entre los liberales también había extremistas?

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–Sí, los llamados exaltados. Con los exaltados nunca hay salidas: ni con unos ni con otros.

–¿San Sebastián fue escenario de esas luchas?

–Tenía desde la época de Godoy el estigma de colaboracionismo con los franceses, primero con la Convención y luego con Napoleón. Y lo pagó muy caro: antes y después.

–La ciudad capituló muchas veces ante los franceses.

–¿Y que iban a hacer? Morir de hambre o ser víctimas del saqueo y la muerte, con tan solo unos pocos miles de habitantes. Era plaza militar, así se explican muchas cosas.

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–¿Le sorprende el papel de los ingleses?

–Me ha sorprendido su apoyo posterior a la causa foral. Lo desconocía. Antes de quemar la ciudad, los donostiarras los habían acogido como 'salvadores', hasta que empezaron a disparar...

Fantasmas históricos

«Los viejos demonios familiares de hace 200 años parecían dormidos, pero no enterrados definitivamente»

–¿Los franceses no entendían la cuestión foral?

–Oscilaron de posición. Durante unos años, San Sebastián y Gipuzkoa fueron parte de la República francesa. Algunos de sus representantes querían que la República garantizase el fuero. Pero hay quien dijo que no y se convirtió en tierra de ocupación.

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–¿Podíamos haber sido franceses?

–Pues sí, pero Godoy, el valido del Rey español, negoció con Francia la recuperación de la provincia en la llamada Paz de Basilea.–¿A cambio de qué?

–De entregar a Francia la parte española de la isla de Santo Domingo, algo que muchos vascos no entendieron, porque nadie había sido capaz de derrotar al ejército francés.

–¿Algún detalle de la vida cotidiana donostiarra de la época?–Las clases pudientes comían casi los mismos platos de ahora. Pero, eso sí, comían mucho más que ahora.

–¿Qué conclusiones saca?

–Eso lo dejo al lector. Pretendo dar perspectiva. Pero destaco como hilo conductor la importancia del mal menor, aunque suene pobre. La fortaleza es una gran virtud, pero a mí me enseñaron que la prudencia, la justicia y la templanza también lo eran. En ese papel de defender el mal menor han tenido una labor decisiva los moderados, de una y otra parte.

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–La paz y la democracia no tienen que ver con aquella Gipuzkoa de guerras civiles.

– El autogobierno, la paz vasca y la democracia en España son porcelanas muy frágiles que pueden romperse en cualquier momento si jugamos demasiado con ellas. Democracia en España y autogobierno vasco están muy unidos.

Inquietud

«No voy a negar el miedo que me genera el conjunto de la derecha española en términos de democracia y autogobierno»

–¿Los ve en peligro?

–Veo derivas extremistas. No voy a negar el miedo que me genera la deriva del conjunto de la derecha española en términos de democracia y de autogobierno. Y más aún en un escenario mundial alarmante. Hoy los moderados estamos siendo rebasados. Más que moderado, lo que hace falta ser es radicalmente moderado.

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–La historia se repite...

–Cuando ves personajes, ideologías y discursos de hoy, a veces piensas: han pasado 200 años y parece que seguimos igual.

–¿Nuestros demonios familiares no están superados?

–Parecían dormidos, pero, al parecer, no enterrados definitivamente.

«Tenemos que salir de nuestra zona de confort, pero ya»

Eugenio Ibarzabal fue secretario general de Presidencia con el lehendakari José Antonio Ardanza (1985-1987), aunque con anterioridad trabajó como director del gabinete del diputado general de Gipuzkoa, redactor-jefe de Deia, director de la revista Muga y periodista. En la actualidad, trabaja sobre una historia del empresariado guipuzcoano.

–¿Ve riesgo de desmemoria en las nuevas generaciones?

–Ese riesgo es de todas las nuevas generaciones; a mí a esa edad me ocurrió lo mismo con respecto a los que me precedieron. Por eso hago lo que hago.

–Usted vivió intensamente la puesta en marcha del Estatuto. ¿Se ha perdido la ilusión de 1979?

–Vivimos ahora el mejor momento de nuestra historia. Felicitémonos por lo que hemos hecho. El Estatuto ha permitido a una mayoría vivir muy bien, pero ahora empieza una nueva época y unos nuevos retos. ¿Seremos capaces de responder? En este sentido diré que la administración vasca ha crecido de manera demasiado fácil; es un tema que exige decisiones. Somos demasiado conservadores; antes y ahora. Es entendible que se quiera ser funcionario, cuando se han primado sus condiciones laborales. Ahora, no nos quejemos. Tenemos que salir de nuestra zona de confort. Pero ya.

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