El homenaje de la asociación de ertzainas Mila Esker a su compañero Juan María Quintana, que sobrevivió hace 23 años al atentado de ETA en ... el que fue asesinado el edil del PP de Errenteria Manuel Zamarreño, supuso ayer un reconocimiento extensivo a los cerca de 6.000 escoltas que protegieron a los más de 3.300 amenazados por la organización terrorista en los años en que expandió sin piedad y con crueldad la 'socialización del sufrimiento'. Esta persecución ideológica, inspirada en una estrategia política emanada de la ponencia Oldartzen, inoculó el miedo indiscriminado en la sociedad a base de tiros en la nuca a concejales constitucionalistas, jueces, periodistas, profesores universitarios, escritores y a todos aquellos que, simplemente, discrepaban de la barbarie que ETA ejerció hasta el cese de su actividad terrorista.
Los escoltas fueron verdaderos escudos humanos de ciudadanos a los que ETA quería matar porque defendían la libertad y denunciaban la dictadura del terror. Salvaron vidas porque abortaron muchos atentados que no se pudieron materializar, como recordó ayer el director del Centro Memorial, Florencio Domínguez, y en algunos casos incluso llegaron a perder su vida por proteger a sus escoltados. La democracia tendrá siempre una deuda con estos profesionales de la seguridad que se jugaron su vida por defender la de su escoltado.
Naiara Zamarreño, hija del edil popular asesinado, demostró ayer grandeza moral con sus palabras de agradecimiento al escolta de su padre. Fue toda una lección de humanidad frente a la salvaje intolerancia que desplegó en su día el entorno de la izquierda abertzale cuando activó una miserable campaña de acoso contra su padre antes y después de su asesinato. Abjurar de este tenebroso pasado se hace cada día más urgente para quienes aún no lo han hecho, por mucho que origine tensiones internas.
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