La épica busca su espacio entre banderas
El acoso radical a Rivera en Errenteria proporciona a Cs una oportuna baza para frenar su caída
La épica de las banderas luchó a brazo partido en la jornada electoral contra el riesgo del achique de espacios en favor del voto útil. ... Pablo Iglesias y Albert Rivera vinieron al País Vasco para proteger sus territorios y blindarlos de las opas de los grandes. Sus estrategas de imagen acertaron de plano. Iglesias lo hizo en Eibar -era 14 de abril- e intentó insuflar aire al guion de Unidas Podemos al realizar una encendida defensa de la República. La villa armera, el primer lugar en el que se proclamó en 1931 la Segunda República, servía de pantalla a la formación morada para reivindicar la bandera tricolor desde el convencimiento de que, entre las nuevas generaciones, el sentimiento es mayoritariamente republicano. Lo hacía en el frontón Astelena, en el mismo recinto en el que Felipe González, en junio de 1977, estrenaba su campaña pese al acoso de los simpatizantes radicales. Las épicas y las épocas.
Esta memoria republicana forma parte del ADN de Iglesias. Los dirigentes de Podemos celebraban sus triunfos en las generales de 2015 y 2016 con una canción que es un icono en la izquierda latinoamericana. 'El pueblo unido jamás será vencido', cantada por Quilapayún, creada cinco meses antes del derrocamiento del presidente de Chile, Salvador Allende, en septiembre de 1973, y convertida en un símbolo de la Unidad Popular, estigmatizada por la reaccionaria derecha chilena. Los dirigentes de Podemos la sabían de memoria, y la entonaban entusiastas puño en alto, con excepción de Iñigo Errejón, que hacía el signo V de la victoria.
La formación ha vuelto a la mística de izquierdas -aquellos orígenes en las juventudes del PCE- tras un comienzo, al calor del 15-M, en el que el relato contra «la casta», los de abajo contra los de arriba, había dado una original patada al tablero. Errejón lo tenía teorizado. La distinción entre la izquierda y la derecha, dos categorías culturales de arraigada tradición en España, entraba en crisis en las nuevas generaciones. La batalla ideológica obedece más al pulso entre dos 'significantes', cuando lo importante, el 'significado', responde a un duelo entre «la gente» y las élites. Iglesias intenta combinar ese regreso a las esencias con un discurso de choque contra un «sistema corrupto» que ha intentado destruirle. Cultiva la idea de que es necesario para forjar una alianza de izquierdas con el PSOE y neutralizar la tentación de un pacto con Albert Rivera.
Pero el tiempo no pasa en balde y las encuestas reflejan una caída de Unidas Podemos. Parte de aquel encanto se ha esfumado. Iglesias debe combatir la marea del voto útil y construir una narrativa como superviviente. Su esfuerzo es titánico y puede contribuir a que Unidas Podemos se sitúe en el umbral del 15%, es decir, en los mejores resultados que obtuvo IU. Lejos del fantasma del sorpasso de 2015, lo que teme Iglesias es que se asiente la idea perversa de que acabará siendo el mayordomo del PSOE que le lleva todas las mañanas el café a la mesa del desayuno. El ejemplo portugués, donde el Partido Socialista gobierna en minoría con el apoyo externo de otras fuerzas de izquierda, como los comunistas y el Bloco de Esquerda, puede ofrecer algunas pistas. Eso sí, en Lisboa el socialista Antonio Costas llegó al 30% y sus aliados de izquierda no pasaron del 15%. Una relación de fuerzas que algunos pronostican en el futuro Parlamento español.
El director de gabinete de Pablo Iglesias, el argentino Pablo Gentili, que fue asesor de Dilma Roussef y Lula da Silva en Brasil, ha cantado muchas veces las canciones de Quilapayún y tiene claras las teorías que los dirigentes de Podemos han aprendido en Latinoamérica, por ejemplo, con la experiencia del peronismo. El imaginario de la izquierda tradicional ya no es suficiente para ganar elecciones y construir mayorías.
Lo cree José Félix Tezanos, el director del CIS. Atención al voto oculto de la derecha. El PSOE ha tomado buena nota de su advertencia y Pedro Sánchez lo repitió desde las islas Canarias. La instrucción del comité electoral socialista es clara. No cometer errores, no radicalizar el mensaje y empezar a alentar ciertas emociones. Mimar cuidadosamente al centro, ese objeto del deseo. Y cuidado con el exceso de confianza y el peligro de desmovilización, que ya se vio en Andalucía, el experimento de la segunda Reconquista, con una coalición PP-Ciudadanos con Vox en la sala de máquinas. Los socialistas no pueden dar por ganado nada porque, intuyen, aún hay mucho voto oculto en las aguas de la derecha.
Si a este dato añadimos que unos 750.000 electores de Albert Rivera en las últimas generales también dudan, y que de ellos un 75% no sabe si quedarse en la abstención o apoyar al Partido Socialista, la coctelera reúne todos los ingredientes para la incertidumbre. Los expertos lo repiten día tras día. En el 41% de indecisos que se constata, con una movilización del 76% del electorado, una parte del segmento más conservador de los votantes, muchos de ellos durante años en la abstención, deshojan la margarita y puede que tomen la decisión en el último momento. Las dos Españas de Antonio Machado cabalgan de nuevo sobre la geografía ibérica.
Pero la batalla también se libra en las bandas de centro, la 'tercera España' desideologizada, pero que ha perdido complejos identitarios. El dictador murió en 1975 y la sociedad española ha cambiado.
Sacar pecho
Ciudadanos ha trazado una estrategia para recuperar terreno. Lo está haciendo en Cataluña, frente a una fuerte presión del independentismo. La formación liberal encuentra un juego con esa dinámica de acoso y la ha trasladado a la campaña. Albert Rivera fue el protagonista en Errenteria al envolverse en la bandera constitucionalista y exhibir un mensaje de dureza frente al miedo, frente a la izquierda abertzale y frente al nacionalismo. Paradojas de la campaña: en la misma plaza de los Fueros reclamó igualdad «contra los privilegios». Maite Pagazaurtundua y Fernando Savater aplaudían con entusiasmo. En la misma localidad donde los ediles del PSE y del PP en los años de plomo eran acosados en las calles, en la que la casa del pueblo ha sufrido decenas de ataques, Rivera saca pecho bajo el ruido de las cacerolas y los gritos de los radicales. Muchas miradas de odio. Sus asesores estaban eufóricos. El discurso antinacionalista tiene su público y la intolerancia de una parte de la izquierda abertzale le ha dado una valiosa baza a Cs para amortiguar su caída. Épicas para un país al borde de las vacaciones.
Casado modula su discurso y dice que su proyecto es 'centrista' y 'reformista'
Pablo Casado lanzó ayer un deliberado guiño al electorado conservador al proponer la creación de un Ministerio de Familia que afronte la gran asignatura pendiente que tiene España con la caída demográfica y la crisis de natalidad. La propuesta de una Consejería de Familia fue una de las propuestas más relevantes de Vox en la última campaña autonómica andaluza y finalmente el Ejecutivo de coalición entre PP y Ciudadanos cuenta con un Departamento de Salud y Familia. Casado, que se dio un baño de masas en Santiago de Compostela con Alberto Núñez Feijóo, moduló ayer su discurso al hacer hincapié en que los populares presentan un proyecto 'centrista' y 'reformista' frente al radicalismo que él atribuye al PSOE. La disputa por el espacio de centro sigue abierta en canal.
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