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Reunión de la asamblea de jóvenes de la Parte Vieja el pasado lunes en la Plaza de la Trinidad de Donostia. Arizmendi

La juventud radical se divide y rivaliza en la calle por la hegemonía del espacio revolucionario

La izquierda abertzale y GKS intentan amortiguar las tensiones ante la posibilidad de una espiral de enfrentamiento en las fiestas de verano

Alberto Surio

San Sebastián

Domingo, 12 de junio 2022

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El inédito choque abierto entre las nuevas generaciones de jóvenes radicales ha desatado un gran desconcierto en la izquierda abertzale. Existe miedo a que la situación se descontrole este verano, en las fiestas. En todo caso, este entorno descarta que el conflicto surgido en torno a los jóvenes de Gazte Koordinadora Sozialista, muy duros con la línea oficial de EH Bildu y Sortu, implique la amenaza de una 'ETA auténtica' que regrese a las armas. Ese no es en absoluto el debate.

Lo cierto es que la emergencia de este sector crítico con más fuerza de la prevista inicialmente preocupa cada vez más, sobre todo ante el estallido de enfrentamientos violentos en los últimos días en San Sebastián entre jóvenes de diferentes facciones radicales. Está en juego la disputa por la hegemonía, sobre todo ante un escenario como es el de las fiestas de verano así como el control de los gaztetxes. La confrontación encierra alcance ideológico ya que GKS se reclama de la tradición comunista revolucionaria y acusa a EH Bildu y a Sortu de «reformistas», «socialdemócratas» y de integrarse en el sistema burgués, pero, sobre todo, les responsabiliza de intentar negar su existencia, de no reconocerles y de vetarles.

La contestación de Gazte Koordinadora Sozialista –que EH Bildu y Sortu sitúan ya fuera de la órbita ideológica de la izquierda abertzale– surge hace cuatro años de un embrión, que es Ikasle Abertzaleak, en el ámbito estudiantil. Este colectivo rompe en su momento con EH Bildu y con Sortu por considerar que su estrategia ha dejado de ser revolucionaria para aceptar el 'sistema', convertirse en una fuerza política más que asume el reformismo y envolverse en una praxis socialdemócrata de colaboración con el PSOE y Unidas Podemos en un contexto de precariedad laboral que expulsa a los jóvenes del futuro y les deja sin expectativas. Este es el verdadero meollo ideológico del conflicto. Tanto EH Bildu como la propia GKS niegan por tanto que esta contestación sea «una disidencia». Ya son otra cosa.

La contradicción no surge porque a EH Bildu o a Sortu le aparece un rival o un contrincante en el ámbito nacionalista o abertzale, sino en el campo de la 'pureza' de la izquierda. Los 'consejos' socialistas esgrimen una retórica muy ideologizada sobre la clase obrera, los trabajadores y el Estado burgués. Se consideran comunistas, internacionalistas y admiten que en su seno hay abertzales y no abertzales. De hecho, una de las acusaciones que se les hace es que son 'españolistas', lo que nos retrotrae a la histórica división existente en la ETA de los 70 entre los sectores más nacionalistas y los que enarbolaban un discurso clásico marxista. Una disputa que después cristalizó en ETA berri y en la puesta en marcha de partidos como LKI o EMK.

Lo que está en juego ahora es la hegemonía en el campo juvenil. GKS está obteniendo un importante grado de adhesiones pero es variable en función de los municipios. Por ejemplo, en la comarca de Goierri, en Azpeitia y en Hernani cuentan con notables apoyos. Algunos dirigentes de la izquierda abertzale creen que son «los hijos frustrados» de su propia generación, como ETA se gestó en el malestar de los jóvenes de los años 60 por la actitud del nacionalismo tradicional en la dictadura. Algunos son hijos de auténticos veteranos. Como por ejemplo, de 'Mikel Antza' y 'Anboto'. Un histórico expreso, que ha pasado 16 años en la cárcel, es muy gráfico. «Discuto mucho con mi chaval, es de GKS. Pero es mi hijo», sostiene comprensivo.

La disputa se libra en este terreno ideológico y político pero también en la presencia, por ejemplo, en el espacio público en las fiestas. Y el verano puede ser un botón de muestra de las tensiones, como lo apuntan los enfrentamientos surgidos en la Parte Vieja donostiarra, con versiones enfrentadas y una guerra sin cuartel en las redes sociales. Está en juego, por ejemplo, la presencia de GKS en las txosnas festivas. Los miembros de este grupo han criticado el veto de ayuntamientos –muchos de ellos gobernados por EH Bildu– a txosnas de GKS en Hernani, Lazkao, Vitoria o Lesaka, que sirven como canal de financiación. Y lo enmarcan en una campaña, dicen, de acoso y derribo. La presencia de GKS en las fiestas de Sanmarciales, en Irun, con su propia txosna, va a ser un termómetro. Un escenario incómodo para EH Bildu, que se ha encontrado con un inesperado problema que complica su estrategia de apertura a nuevos sectores, cuando las encuestas soplan a su favor y cuando su imagen posibilista les lleva a acariciar la idea de gobernar con nuevas mayorías.

La discusión escenifica una contradicción que la desaparición, hace diez años, de ETA ha comenzado a visibilizar sobre las señas de identidad de la izquierda heredera del rupturismo vasco. Desaparecido el 'paraguas' que suponía ETA, las disensiones sobre la naturaleza de esa izquierda han aflorado y han alcanzado un inédito nivel de crispación que ha sorprendido a los dirigentes de EH Bildu. Y que aún no han definido una estrategia de respuesta clara para actuar sin proporcionar argumentos al 'marco' de sus nuevos adversarios.

El control de los gaztetxes

Sortu prefiere guardar silencio y esperar a que la tormenta escampe. Pero no va a ser fácil. Los problemas no se sitúan tanto en las decisiones de los ayuntamientos sino en el malestar que suscita la dinámica de GKS en otros colectivos juveniles, se argumenta desde la izquierda abertzale. El conflicto es, apuntan, la «estrategia sectaria de hacerse con el control del movimiento popular». Primero entre los estudiantes, luego con los gaztetxes –donde han creado una red propia– y ahora con las txosnas. Su equivalente en el Estado español sería el denominado 'frente obrero'. Pero GKS insiste en que el veto es político y tiene unos inductores a los que pone nombres y apellidos: EH Bildu y Sortu.

A largo plazo, algunos ven el fantasma de unas CUP en el horizonte como alternativa electoral a la izquierda abertzale. Pero esto es correr demasiado. De entrada, GKS se mueve más cerca de una onda abstencionista. Y eso remueve unas aguas que parecían tranquilas. Era un espejismo.

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