Un enemigo invisible
Análisis ·
La incertidumbre de la abstención se cierne sobre unas elecciones vascasen las que Urkullu parte de favoritoEl final del estado de alarma y la campaña electoral en ciernes se han fundido en Chillida Leku, todo un símbolo universal de encuentro. El ... 12-J se presenta con un riesgo cierto: la apatía entre una ciudadanía que acaba de salir de un período estresante. Es el verdadero enemigo invisible de los partidos vascos. Aflora ahora un síndrome de descompresión, rodeado de incógnitas, pero que puede arrojar alguna sorpresa.
El periplo se iniciará con el eco de la reunión de la Comisión Mixta de Transferencias, un 'gesto' que llevará a Iñigo Urkullu a querer capitalizar su apuesta pactista por el autogobierno. Los jeltzales parten como favoritos con el cartel de Urkullu y, a pesar de la crisis de Zaldibar y de los vaivenes de la cogobernanza, el sentido favorable del viento no va a cambiar. Están convencidos de que su candidato transmite seriedad y confianza, que es lo que importa a la hora de ir a las urnas. Su pretensión sería lograr con el PSE la mayoría absoluta y mejorar su margen de maniobra para abordar el debate sobre el futuro estatus del autogobierno con una mayoría amplia y transversal.
El PNV sabe que repetirá pacto con el PSE pero quiere que el eje de izquierda no dé mayoría absoluta
Euskal Herria Bildu se presenta fuerte a los comicios y la desmovilización puede ayudarle. Su aspirante Maddalen Iriarte se envuelve en una bandera: la de ser la alternativa de cambio de la izquierda independentista al modelo de gestión del PNV. Unas credenciales con las que quiere esquivar las referencias al pasado de la violencia por el que será interpelada por sus adversarios. Los jeltzales diseñan un escenario de polarización con EH Bildu para atraer el voto útil moderado. A EH Bildu le interesa recoger el guante y reforzar su imagen de recambio.
Elkarrekin Podemos, con su candidata Miren Gorrotxategi, juega contra la inercia de una provisionalidad que acaba de zanjar con la elección de Pilar Garrido como nueva coordinadora de los morados. La ilusión de las elecciones de 2015, cuando encarnaron el voto protesta frente al PP, ha perdido fuelle, pero ahora les toca rentabilizar la baza posibilista de los avances sociales desde el Gobierno. Una dualidad -hacer oposición de izquierda transformadora al PNV y gobernar en Madrid en coalición con los socialistas- que les obliga a surfear a la hora de preservar su espacio a la izquierda de la socialdemocracia. Un ámbito que será decisivo, por ejemplo, en la discusión de la reforma del Estatuto, pero también si se quiere fortalecer el modelo social vasco.
Los socialistas de Idoia Mendia intentarán jugar con la baza de la gestión de Pedro Sánchez, que va a ser su 'segundo' candidato en Euskadi para mejorar posiciones. Parten de un suelo bajo -nueve escaños- y necesitan colocarse como tercera fuerza política con un mensaje centrado en las 'soluciones' frente a la política del ruido que atribuyen a sus rivales. La apuesta de repetir la coalición con el PNV es la previsible. Reporta estabilidad, sobre todo a Sánchez, pero, a la vez, limita al PSE en su estrategia por ensanchar su territorio en la izquierda vasca más a medio plazo.
Carlos Iturgaiz y su coalición PP+Cs no lo tiene fácil. El riesgo de ser percibido desde el córner es elevado y lo que puede rentar en Madrid es un mal negocio político en la periferia vasca. Iturgaiz necesita un espacio influyente y necesita contrarrestar el empeño del PNV en hacerse fuerte en el voto de centroderecha. El paisaje podría mutar si el PNV y la entente PP+Cs sumasen 38 escaños, es decir, la mayoría absoluta. Esa alianza parece inversosímil hoy, pero en su momento Aznar pactó con los nacionalistas vascos y catalanes cuando parecían el aceite y el agua. La mayoría con PP+Cs le permitiría al PNV una red de seguridad que cortocircuitaría un eje de izquierdas; hoy es una operación inviable pero mañana puede dar algún quebradero de cabeza.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión