La conciencia como bandera
Conflicto ·
La feroz pugna por el poder en España se inscribe en un contexto internacional en el que Israel ha perdido la batalla de la opinión pública por la guerra de GazaLa guerra en Gaza ha marcado un punto de inflexión en Occidente. La estrategia de exterminio de Benjamín Netanyahu se ha llevado por delante decenas ... de miles de vidas de civiles inocentes, muchos de ellos niños. La apuesta enloquecida del Ejército hebreo creará resentimiento y una factura de odio en las próximas generaciones. El histórico conflicto israelo-palestino, lejos de encauzarse hacia una solución política y negociada, se enconará más y alimentará a los sectores más radicales, que niegan la existencia del otro. Que quieren expulsar a los palestinos de su tierra o que quieren echar a los judíos al mar. La humanidad no ha aprendido nada a pesar de las catástrofes bélicas del siglo XX y de sus gigantescas secuelas.
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Parece evidente que Israel ha perdido por goleada la batalla de la opinión pública por esta estrategia de 'tierra quemada', con enormes costes humanos. El foco mediático ha estado puesto en Gaza y el horror por la barbarie, aun sin ser seguramente muy diferente al espanto de otras guerras, ha despertado el nervio dormido y ha sacudido las conciencias. La respuesta solidaria es necesaria y la movilización pacífica es una legítima expresión de decir 'basta ya'. Pero nos enfrentamos a algunos dilemas que tampoco podemos soslayar.
En primer lugar, no subestimemos que en la actual coyuntura de feroz lucha por el poder, la reacción contra el Gobierno de Israel también responde a una intencionalidad política. En España, Pedro Sánchez necesita una movilización del centro izquierda para recuperar terreno frente a una derecha rampante que se come el mundo en las encuestas y que, hasta el momento, le había ganado la pugna del relato con el imaginario insoportable de la corrupción. Con esos mismos sondeos, el PP va a enfrentarse a serias contradicciones entre su línea dura proisraelí –con Aznar y Ayuso a la cabeza– y quienes creen que hay que contemporizar con la demoscopia. Con su discurso, Sánchez no solo se coloca en la vanguardia de firmeza en Europa –el reconocimiento pionero de Palestina inició el camino– sino que puede potenciar la polarización hacia un escenario que tácticamente le interesa. Otra cuestión es que extremar el debate político puede tener efectos perniciosos en la convivencia y en la búsqueda de acuerdos de Estado en materias sensibles. Jugar a las dos mitades es pan para hoy y hambre para mañana.
El pañuelo en liza
Por eso, el pañuelo palestino se ha convertido ya en un ariete del juego político que una parte de la izquierda social también transforma en una táctica de supervivencia en un momento en el que el populismo y la derecha ultranacionalista capitalizan los caladeros del descontento social. Palestina es el talismán, como en su día lo fue el 'no a la guerra' o la oposición a la OTAN. Respondían a un profundo pacifismo y antimilitarismo social, pero a la vez revelan una pugna a la hora de escribir la narrativa. La derecha reaccionaria ha ganado mucho terreno en este espacio tras la victoria de Trump y la ola ultra, y ahora desde la izquierda se busca contrarrestar la marea y colocar a la defensiva al pensamiento conservador.
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Honestamente, hay que ver todas las variables en lo que está ocurriendo. Las que obedecen a razones morales, por supuesto, pero también las que se inscriben en otros móviles de lucha por la influencia y el poder que bordean la hipocresía. Siempre ha sido así.
Otra arista en el debate viene dada por la polémica de los boicots. Nada que objetar si se encuadran en la misma línea que los que sufre Rusia por su agresión a Ucrania o en su día la Sudáfrica del apartheid. Pero cuidado con desatar cazas de brujas morales porque la frontera entre lo justo y lo injusto puede ser muy frágil. Las masacres de Gaza nos impactan, claro, pero las paradojas forman parte de nuestra existencia. ¿Acaso merece menos consideración un ciudadano israelí comprometido por la paz y los derechos del colectivo LGTB que un fundamentalista de Hamás? Ni siquiera en esta discusión el mundo se divide entre blanco y negro. Lo mismo puede decirse de determinadas controversias sobre las relaciones económicas y comerciales, dejando a un lado el asunto del embargo de armas que tiene sólidas razones para defenderse. ¿Dónde ponemos el límite en el respeto a los derechos humanos que se violan sistemáticamente en buena parte del mundo? El maniqueísmo, tan presente en las redes sociales, es letal para mirar esta reflexión con una mínima perspectiva.
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La frase de Rabin
Cuando Isaac Rabin –el primer ministro israelí artífice de los acuerdos con Arafat y asesinado por un fundamentalista judío– firmó la paz pronunció una frase impactante. Citando el Eclesiastés, Rabin afirmó: «Hay un tiempo para amar y un tiempo para odiar. Un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz». Puede que tardemos aún muchos años en conocer a este enclave luminoso del Mediterráneo lejos del fanatismo y de la tragedia. Pero seamos conscientes de que trabajar por la solución –que algún día pasará por dos estados– necesita una nueva relación de fuerzas aún muy lejana y que tardará años en cristalizar sobre los escombros y las cenizas de la ira y la revancha. Mientras tanto, seamos firmes, conjuguemos el corazón y la cabeza, y desarmemos el lenguaje. Y apliquemos la inteligencia en la respuesta sin alimentar la espiral de los extremistas que solamente quieren la destrucción.
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