Armengol por la escuadra

Al final salió la fumata blanca tras una negociación muy tensa y alambicada con los nacionalistas catalanes, en especial con Junts, que se ha estrenado con un acuerdo con Pedro Sánchez sobre el uso del catalán, del gallego y del euskera en el Congreso y por la luz verde a varias comisiones de investigación en el Congreso. El pacto se mueve lejos de la escenografía retórica de la dureza que se radiaba como el símbolo del integrismo de Waterloo, que colocaba en el centro de discusión las reivindicaciones de la amnistía y del referéndum del derecho de autodeterminación, lo que hacía imposible el compromiso en el corto y medio plazo. Eso sí, la apuesta por el diálogo en Cataluña es la clave de bóveda de la legislatura y este principio augura cuatro años de gran voltaje político, sobre todo porque la rivalidad entre Junts y ERC puede complicar y enredar si quiere más el campo de juego.

Pero Puigdemont no ha querido contribuir a confirmar el estereotipo de ser el villano de la película y ha sintonizado con los referentes más pragmáticos de su partido que también pesan en Junts, sensibles a lo que piensa el mundo económico catalán a la hora de permitir, cuando menos, que arranque la legislatura española.

En otra pista del escenario se ha movido la negociación con Coalición Canaria y con el PNV, sin el ruido ni la dimensión mediática de los catalanes. Los jeltzales se han decantado al final por apoyar a Armengol, conscientes del riesgo de desgaste de una operación alternativa a un año de las autonómicas, pero dolidos por perder peso en la interlocución. Su desazón encierra un inquietante alcance político que no debería minusvalorarse. Al tiempo.

El desenlace de ayer no sentencia el rumbo de la nueva etapa aunque revalida las opciones de la izquierda para garantizarse una mayoría parlamentaria y desdibuja más si cabe las expectativas que había generado Feijóo en torno a su supuesta mayoría de cambio que el PP colocaba incluso en 172 diputados de partida. Los números son los que son y este principio de realidad es la primera gran lección que podemos extraer. Incluso con el desencuentro entre el PP y Vox para elegir la Presidencia del Congreso, que deja fuera a la ultraderecha de la Mesa. Un primer gesto de ruptura en bloque de la derecha que no pasa desapercibido y que erosiona la imagen de Feijóo a la hora de articular un relato solvente sobre sus posibilidades para ser elegido presidente. Feijóo querrá ir a una investidura fallida para sortear el temporal interno y activar el reloj del tiempo, convencido de que la legislatura es una campo minado para Sánchez. El problema es lo que los cascotes le caen directamente a él. Tacticismo en estado puro.