Tsunami madrileño
Nunca sabremos qué habría sido de Isabel Díaz Ayuso sin la chapucera moción de censura en Murcia acunada en la Moncloa, sin la irrupción pretendidamente ... salvadora de Pablo Iglesias que a quien se ha llevado por delante ha sido al propio exvicepresidente y sin la agitación tremendista del antifascismo por el conjunto de la izquierda frente a una candidata que no solo ha salido viva, sino que ha arrasado, con su controvertida gestión de la pandemia bajo los eslóganes y las banderolas electorales. Nunca lo sabremos. Pero el hecho es que «la paleta» –definida así por Iñigo Errejón en un tuit que acabó borrando– se ha convertido en el último hallazgo de la modernísima y desbocada política española gracias a la errática campaña del PSOE y de Unidas Podemos –rematada con la inopinada dimisión de todo de su líder– y, también, por méritos propios. Es sintomático que el desprecio con el que sus rivales han minusvalorado a la presidenta madrileña –la misma altanería, qué paradoja, con la que socialistas y populares contemplaban en su día a Iglesias– se haya convertido en semejante bumerán. Madrid, sí, se achulapa un poco más. Se hace populista. Hasta un punto macarra, si se quiere. Pero que tire la primera piedra el candidato que no haya hecho populismo en esta campaña. Y quienes orbitan junto a Ayuso –de Pablo Casado al presidente Sánchez– no deberían perder de vista que, para sus votantes, ella es una candidata genuina. Que les suena auténtica, como en su día sonaban los novísimos de la política que anoche acabaron con Iglesias marchándose bajo el estrépito de la derrota y Ciudadanos acelerando su dilución.
Estas elecciones se jugaban a todo o nada y no solo gana Ayuso, que podrá recrearse en su estilo sin atarse a Vox. El 'ayusismo' ha desatado un tsunami para el Gobierno de coalición, con el socio menor descabezado y la flor de Pedro Sáchez marchitándose en una noche electoral. La 'operación Murcia' que pretendía apuntalar la estabilidad del presidente después de haber barrido a la derecha en Cataluña ha acabado resultando catastrófica para los intereses socialistas. Hace apenas dos meses –dos meses– la legislatura parecía encauzada con el PP acogotado. Pero el presidente optó entonces por volver a cruzar el hilo del funambulismo político y echó a volar la moción murciana para intentar arrebatar a los populares sus gobiernos autonómicos. Y esta vez la moneda echada al aire ha salido cruz. Madrid no es España. Pero la lideresa madrileña ha logrado algo muy valioso para el PP: ha dado cuerpo electoral al antisanchismo en una España en crisis. Y lo ha hecho con tamaño de ola que ya ha engullido a Iglesias.
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