Durante años, Óscar López y Antonio Hernando fueron uña y carne de Pedro Sánchez. Eran los llamados 'yogurines' o 'los chicos de Blanco'. Trabajaron codo ... con codo con el entonces secretario de Organización del PSOE, Pepe Blanco, y desarrollaron su labor en la acción electoral en la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero.
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Ambos cayeron en desgracia tras el fatídico Comité Federal de 2016 que consumó la traumática salida del secretario general. Pero la política da mil vueltas y en el PSOE enemigos declarados ayer son hoy cómplices íntimos y entusiastas compañeros de viaje.
López volvió como director de Paradores. Y Hernando terminó por regresar a la política activa tras un período en una consultora privada. Sobre todo porque Hernando, en estrecha colaboración con el PSE liderado por Eneko Andueza, tiene en sus manos cuestiones tan inflamables como la búsqueda de un nuevo pacto estatutario. A todos les interesa que esta negociación no encalle pero comienzan a aflorar escollos cada vez más serios.
Los mismos obstáculos, por cierto, que Andoni Ortuzar lidiaba con Santos Cerdán en un tiempo récord. «Somos hombres del norte», decía con humor. Los interlocutores han cambiado y el factor personal en política, aunque no lo es todo, sigue siendo esencial.
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