La batería cargada del Kursaal

El PSE de Andueza sale reforzado de su congreso donostiarra en su apuesta por romper la polarización PNV-EH Bildu

Alberto Surio

San Sebastián

Lunes, 17 de febrero 2025, 06:43

Las sensaciones que ha transmitido el X Congreso del PSE en San Sebastián constituyen un verdadero bálsamo para el PSOE en los tiempos de zozobra ... que corren. El socialismo vasco ha cargado sus baterías en su décimo congreso en el Kursaal donostiarra. Lo ha hecho tras exhibir una notable imagen de unidad interna que contrasta con otras coyunturas históricas bastante amargas. La última, la de 2002 también en el Kursaal. La más dramática fue la de 1985, en el hotel Costa Vasca, que escenificó un PSE dividido ferozmente entre Benegas y Damborenea.

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La realidad de hoy es otra bien diferente a aquel «infierno» que, como confiesa Jesús Eguiguren, fue la Transición para muchos de sus compañeros de partido bajo la presión terrorista de ETA y el marcaje político de la mayoría nacionalista. El PSE sale con ambición de este congreso y transmite de entrada un espíritu ganador aunque tendrá que sudar mucho la camiseta para reducir el diferencial que tiene, por ejemplo, en las elecciones autonómicas. Ahora bien, el primer paso es contar con un liderazgo que sea capaz de comunicar el mensaje. Eneko Andueza logra conectar con los suyos, le pone emoción y pasión en su apuesta para forjar un liderazgo que aspira a que Euskadi vuelva a tener un lehendakari socialista.

La tarea no es en absoluto sencilla y va a depender en gran medida de que el PSE sepa acertar con las teclas del futuro en una Euskadi muy plural. De entrada, los socialistas vascos están sabiendo reconvertir el relato de lo que ha sido su papel de resistencia durante los años de ETA. Eso es pasado, y sin olvidarlo, el PSE utiliza ya otras narrativas en clave de partido socialdemócrata que se enfrenta a la ola trumpista y a los nuevos problemas sociales que necesitan mejores políticas públicas. El segundo desafío es el relevo generacional. Pasa por entender que una izquierda sin jóvenes es una izquierda sin futuro. Sobre todo en un momento en el que la derecha más autoritaria cree que puede tener más arrastre entre las nuevas generaciones.

La tercera clave es que el PSE reivindica su papel decisivo en los gobiernos de coalición con el PNV y se revuelve frente a los intentos de simplificar la batalla política vasca a una polarización en el nacionalismo. De ahí, en parte, el objetivo de trasladar la mayoría social de respaldo en las generales a otras elecciones como las autonómicas o las forales-municipales. Andueza lo dijo explícitamente al pedir el apoyo expreso de los electores que se identifican más con «la España de Pedro Sánchez» que con «su Euskal Herria», en referencia al proyecto de EH Bildu.

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La cuarta variable es la estabilidad. Frente a las aventuras del soberanismo, un modelo de convivencia basado en la certeza que no rompa ningún consenso.

La quinta pasa por la capacidad de influencia. La operación de Talgo ha sido, según reveló ayer Andueza, una obra trabajada por los socialistas en la trastienda, «aunque otros quieran ponerse medallas». El PSE pretende recuperar así una posición de centralidad y equilibrio y anticipa que va a tener la llave de las futuras alianzas y mayorías, pero, además, que puede ejercer el poder y marcar determinado rumbo.

La sexta, y última, es su peso cualitativo en el PSOE. La conexión es íntima. Santos Cerdán, mano derecha de Pedro Sánchez, avalaba ayer gráficamente el espíritu 'valiente' de Andueza. A su lado, Emiliano García-Page, la 'otra sensibilidad' interna en el socialismo español, aplaudía con entusiasmo a las 24 horas de estar Sánchez arengando al auditorio. A eso se llama jugar todas las bazas y no descuidar ningún flanco en el terreno para avanzar posiciones.

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