«Acordar con EH Bildu la Ley de Memoria da pie a que se impugne la Transición»
Historiador ·
El historiador Luis Castells cree que «habrá que pasar la página de ETA, pero primero hay que leerla para que el pasado de la violencia no se repita»aLBERTO SURIO
Martes, 5 de julio 2022, 06:47
Luis Castells presenta esta tarde, a las 19 horas , en el centro cultural Koldo Mitxelena de Donostia, el libro 'Lecturas de la violencia vasca. Un ... pasado reciente', del que es coordinador. La publicación, patrocinada por el instituto Valentín de Foronda, recoge aportaciones sobre lo que supuso el terrorismo. Castells repasa la necesidad de ganar para la democracia el relato de lo que fue ETA y se muestra crítico con la Ley de Memoria Democrática. «Su marco cronológico da pie a la impugnación de la Transición», afirma.
– ¿Cuál es el hilo conductor del libro?
Es el terrorismo de ETA como principal mal que padeció una parte de la sociedad vasca y la sociedad española. No es tanto un libro que busque dar a conocer lo ocurrido, que también, sino busca reflexionar desde diferentes perspectivas lo sucedido en nuestro pasado reciente. Otro engranaje es que esa violencia que encarnó ETA no fue una circunstancia inevitable consecuencia de un conflicto histórico que oponía a España y al pueblo vasco, sino que fue una decisión deliberada y mantenida durante muchos años por sus militantes que se alimentó como principal nutriente ideológico del ultranacionalismo vasco. Hecho este último que evocarlo molesta al nacionalismo vasco actual, pero que es evidente.
– ¿Hubo cobardía social?
Hubo un miedo paralizante sí ante el terror que socializó ETA, pero sobre todo hubo indiferencia y pasividad. Una indiferencia que fue generada a partir de la rutinización de la violencia, de la existencia de una microviolencia y presión cotidiana del mundo violento que apoyaba ETA que implicaba que enfrentarse o discrepar con él generase incomodidades y poderse quedar al margen de la comunidad de prestigio. Era más fácil mirar hacia otro lado, no implicarse pues hacerlo podría acarrear una cierta hostilidad o marginación social. Hubo también resistencia cívica y resistencia en todos los planos sociales.. Es evidente que esa resistencia no tomó calado social hasta fines de los noventa y principios del siglo XXI.
– ¿Cuál fue el papel de la sociedad vasca?
Hay que distinguir etapas. No fue lo mismo la reacción ciudadana que hubo frente a ETA en los 80, escasa y ocasional, que la empezó a surgir en los 90, cada vez más consistente. Precisamente ante este hecho la reacción de ETA fue socializar aún más el terror, la coacción, para lo que empleó a su mundo civil para agredir, por ejemplo, a los que portaban el lazo azul. ETA dispuso de un considerable apoyo social, es decir, una parte de la sociedad vasca le amparó; y, en segundo lugar, la sociedad vasca no intervino lo suficiente para que ETA hubiera dejado de existir antes. Desde la combinación de estos factores se explica en buena medida su larga trayectoria.
– ¿El nacionalismo se puso de perfil?
Sería injusto y poco certero hacer una descalificación global del nacionalismo democrático. Depende de etapas y personas. El PNV estuvo atravesado por dos percepciones internas distintas que se pueden concretar, por un lado, en la idea de que la principal confrontación se daba entre nacionalistas y los que no lo eran, frente a los que consideraban que la cuestión a atender prioritariamente era la pugna entre demócratas y violentos por otro. No fue la misma la actitud de los gobiernos de Garaikoetxea o Ibarretxe, que los de Ardanza, lo mismo que El Pacto de Ajuria Enea y el Pacto de Lizarra responden a dos lógicas políticas opuestas y a dos prioridades bien distintas. Ahora bien, no puede obviarse que los perseguidos por ETA y su mundo civil violento fueron, sobre todo, los no nacionalistas.
«Hubo un miedo social paralizante ante el terror que generaba ETA, pero sobre todo hubo indiferencia en los 80»
– ¿Por qué costó tanto tiempo en desaparecer el fenómeno?
Para mí es importante los primeros momentos de la Transición con las elecciones de junio de 1977 y la ley de la Amnistía de ese año como hechos más relevantes. Era claramente un momento nuevo, un momento que debía marcar el declive de ETA lo que, sin embargo, no sucedió. En ello pesó que uno de los exponentes del nuevo Estado, los cuerpos de seguridad, continuaron cometiendo gravísimos excesos en Euskadi, lo que alimentó la idea promovida desde la izquierda abertzale de que no había tal cambio. Hay que decir también que ETA puso todo de su parte para que se siguieran produciendo esas reacciones desmesuradas y en ocasiones puntuales ilegítimas de componentes de lasfuerzas de orden pública; empleó toda su capacidad violenta para que la democracia no se estabilizara en el deseo de que el Estado actuara con brutalidad para dar pie así a su interpretación de la continuidad del franquismo. El mito de la ETA antifranquista no resiste el contraste con los hechos, con, por ejemplo, el incremento sustancial de asesinatos que cometió recién llegada la democracia y que no buscaba sino impedir su asentamiento.
– ¿Cree en la sinceridad de la izquierda abertzale en su apuestapor las vías políticas?
Es que no le cabe otra opción. España se mueve en un marco geopolítico en el que las reglas están establecidas y no cabe pensar en una alternativa fuera del sistema democrático. La opción por el abandono de la vía violenta que asumió decididamente la izquierda abertzale a la altura del 2010-2011 fue por razones estratégicas y no éticas, como a veces gusta decir a Otegi. En aquella coyuntura seguir apoyando a ETA suponía un lastre para la izquierda abertzale que podía verse arrastrada por el hundimiento de la banda por lo que la única opción era abandonar la vía de la violencia. Fueron, pues, razones de oportunidad política y no morales lo que le empujaron a adoptar esa postura.
– ¿Quién está ganando la batalla del relato?
Si miramos por la calidad de los trabajos publicados no hay duda. Hay una abundante y cualificada producción bibliográfica elaborada con rigor, profesionalidad y no partisana, que con sus matices y diferencias coincide en señalar que el principal mal que aquejó a la sociedad vasca fue ETA y que está atentó contra la construcción de un sistema democrático. Ahora bien, si analizamos la incidencia social de esa producción la cosa cambia. El PNV en concreto y el nacionalismo vasco en general dispone de una hegemonía aplastante y quiere tener su propio relato amoldado a su conveniencia.
«Los gravísimos excesos de las FSE en la Transición alimentaron la idea de la izquierda abertzale de que no había cambio»
– ¿Teme el riesgo de amnesia?
Es un hecho que está aquí y tiene el viento de cola de lo que suelen querer las sociedades una vez transitadas etapas de violencia intensa: en este caso el olvido tiene un efecto placebo. Además, esa amnesia se puede canalizar de distintas maneras: no hace falta plantear, por ejemplo, la idea del olvido del pasado; también se puede promover este a través de un lenguaje seductor, como, por ejemplo, buscar la reconciliación de la sociedad como objetivo prioritario, anhelo intachable sin duda si no fuera porque desde la perspectiva de quien lo formula en Euskadi ello implica adaptar y amoldar el relato histórico a este objetivo, anteponiéndolo al conocimiento de lo ocurrido. Lecturas como, por ejemplo, el libro de Madina y Samper me generan un poso de amargura porque se constata el convencimiento de que el olvido va a acabar prevaleciendo.
– ¿Qué signfica 'pasar página'?
Es un sintagma atrayente que en realidad se traduce en vamos a olvidar lo ocurrido, vamos a dejar de hablar de ETA. Habrá que pasar página, pero antes hay que leerla, hay que escudriñarla; no es fácil, pero solo así se podrá lograr que los hechos traumáticos del pasado no reaparezcanuna y otra vez.
– ¿Le molesta que la lectura revisionista de la Transición esté ganando terreno? ¿Qué opina del acuerdo entre el Gobierno y EH Bildu respecto a la Ley de Memoria Democrática?
Creo que cuando analizamos la historia contemporánea de España la Transición es una de las etapas más importantes de nuestro pasado, si no la que más. Logró lo que nunca antes había existido en nuestra historia: un sistema democrático estable. Los valores que representaba la Transición -consenso, convivencia entre distintos, búsqueda del acuerdo- son necesarios en la sociedad española de hoy en día. En este terreno, la información que nos llega sobre el proyecto de ley de Memoria Democrática que ahora se está tramitando me crea una extraordinaria inquietud y desasosiego. Hacer de EH Bildu un referente negociador no se puede entender si lo que se trata es de buscar la verdad en el pasado y hurgar en él desde unos criterios democráticos. Que a instancia de EH Bildu se haya extendido el límite temporal de la aplicación de la Ley hasta 1983 da pie a la interpretación que se formula desde la izquierda abertzale, y no solo desde ella, de considerar que lo que llaman el 'posfranquismo' perduró cuando menos hasta ese año, lo que es un marco cronológico que impugna en toda regla la consideración de la Transición como proyecto que trajo la democracia y a la par avala indirectamente la actuación de ETA. No me cabe duda que no será la lectura del partido socialista, pero con esta redacción se deja abierta dicha interpretación.
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