Cork, rebeldía y gastronomía
Acantilados y colinas escarpadas, prados de un verde intenso y el Mar Céltico. El condado al sur de la isla esmeralda reúne historia, buena comida y unos parajes únicos
Jueves, 16 de octubre 2025, 00:23
Rebel City o, en castellano, ciudad rebelde. Esta es la etiqueta que recibe Cork en Irlanda, y los corquianos la lucen con orgullo. El monumento ... nacional que se yergue en pleno centro de la ciudad resume a la perfección su historia. Se trata de una escultura en honor a las personas que sirvieron a la causa revolucionaria irlandesa. Siglos atrás, ese lugar lo ocupó una estatua muy distinta. Una representación tallada en piedra de Jorge II, rey de Gran Bretaña montando su imperial caballo, dominaba el centro de la ciudad. Para desgracia del monarca, los rebeldes corquianos la destruyeron en una de las tantas movilizaciones en busca de la libertad que han marcado la historia de la ciudad. «Es un milagro que seamos una república», manifiestan los locales. Aunque siguen muy presentes en la población irlandesa, los años de revueltas y disturbios entre independentistas y británicos quedaron atrás. Ahora, el condado de Cork brilla con luz propia y atrae un turismo cada vez más internacional.
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No necesitan buscar lejos para convertirse en un destino atractivo. Tienen elementos culturales, sociales, gastronómicos y geográficos suficientes para destacar. Y lo saben bien. Las aguas cristalinas que rodean el condado, las escarpadas colinas que lo definen y los verdes prados que lo colorean contienen una materia prima fabulosa.
Como en Euskadi, también en Cork se dice que se puede comer bien en cualquier lugar. La oferta gastronómica es muy completa, pero sobre todo se erige como una apuesta firme por el producto local. Prácticamente todos los restaurantes de la ciudad adquieren sus productos en el Mercado Inglés, una de las galerías más destacadas de Europa que, por supuesto, expone lo mejor de la materia prima local. Su marisco, carne y mantequilla pueden probarse en restaurantes como Spity Jack o Market Lane. La conexión directa recién estrenada por la aerolínea Aer Lingus entre Euskadi y Cork (vía Loiu) ofrece la oportunidad de disfrutar de todos estos alicientes con sabor irlandés en menos de dos horas de vuelo.
Datos prácticos
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Cómo ir. Vuelos directos desde Loui operados por la aeroínea irlandesa Aer Lingus.
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Un hotel. The Montenotte Hotel (Middle Glanmire Rd), ubicado en las alturas de la ciudad de Cork es el lugar idóneo para pasar unos días. Cuenta con spa propio, coctelería, unos jardines preciosos y las mejores vistas de la 'ciudad rebelde'.
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Visitas obligadas. El castillo y los jardines de Blarney, el encanto de Cobh, la historia de la destilería de whiskey Jameson y la capital gastronómica de Irlanda, Kinsale. No hace falta conducir más de media hora para llegar a cada uno de estos lugares.
Sintonía multicultural
La gastronomía es sólo uno de los ingredientes que convierten la ciudad de Cork en un cóctel sabroso, vibrante y, sobre todo, muy vivo. Como todas las ciudades universitarias, tiene un núcleo urbano con muchísima vida. Es normal encontrar las terrazas de bares y pubs repletas de gente en cualquier día de la semana. Su alma universitaria se traduce en una alta presencia de la juventud en las calles. El inglés y el gaélico se mezclan con otros idiomas como el castellano o el francés, componiendo una sintonía multicultural que sin duda es uno de los rasgos característicos de la ciudad.
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Y cuando cae la noche, otra de las armonías representativas de la cultura irlandesa envuelve Cork. En Irlanda, estas últimas horas del día se pasan en un lugar específico. Hay quien más y quien menos, pero todos acuden religiosamente, como a misa. El pub es un evento social donde amigos, compañeros o simples desconocidos se reúnen frente a una pinta para charlar y disfrutar de la velada, en muchas ocasiones, ambientada por un grupo de música en directo. The Gables, Oliver's Plunkett o el callejón de Sráid an Fhéinics Street son algunas de las opciones. Además, en un radio de media hora en coche se pueden ver las fachadas de colores de Cobh, último puerto por el que pasó el Titanic, el castillo de Blarney, la destilería de whiskey Jameson y Kinsale, capital gastronómica del país.
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