'Dersu Uzala', la épica y lo poético
Kurosawa traza un poema de naturaleza y conocimiento, entre la épica y el intimismo, con la amistad como ecosistema y la aventura interior como revelación del mundo
Guillermo Balbona
Jueves, 11 de febrero 2016, 17:30
Decía Akira Kurosawa que "la gente de hoy en día se ha olvidado de que es realmente solo una parte de la naturaleza. Sin embargo, destruye la naturaleza de la que dependen nuestras vidas. Siempre piensa que puede hacer algo mejor. Especialmente los científicos". De taiga y poesía, de amistad y exploración está hecha la composición de ese poema mayor que es 'Dersu Uzala'. Su rigor poético se fundamenta en una metamorfosis de estilo: convertir lo sencillo en un territorio por el que se extiende la serenidad y el misticismo. La épica y lo poético, la naturaleza salvaje y el intimismo conviven con extraña armonía. En el silencio siberiano asoma el sonido del cineasta de 'Vivir', bajo el que subyace el tono shakesperiano del autor de 'Ran'. Basada en los libros del capitán Vladimir Arseniev la anécdota argumental es tan solo el eje que vertebra una prospección de bosques y clima que envuelven el viaje existencial, iniciático, del escritor durante su encuentro con el cazador y trampero nómada.
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Un apunte biográfico cuenta que el cineasta japonés se había asomado al abismo y la atracción de la muerte, lo que se antojaba una posibilidad cercana. Los hallazgos contenidos en 'Dersu Uzala' fueron los latidos que alejaron a Kurosawa del suicidio. La naturaleza desvelada, la iniciación en lo primario, la intensidad de lo simple y la búsqueda de la armonía se conjugan en este tratado de paisaje y hombre a corazón abierto. Oscar a la mejor película de habla no inglesa, gran premio en el Festival Internacional de Moscú y distinguida en Italia con el David di Donatello al mejor director extranjero, Uzala está cruzada por una pureza monumental como pocas veces se ha dado en el cine. Si la imagen audiovisual del cinematógrafo fuese una asignatura en las escuelas, el filme del autor de 'El perro rabioso' sería materia fundacional y uno de los mejores documentos para educar la mirada. Kurosawa evita el manierismo y el esteticismo y, sin embargo, traza los perfiles y matices de una obra preciosista entre la conmoción y el arrebato dramático, el aprendizaje y el sentido ornamental y menos vacuo del espectáculo.
Ahora que en cartelera 'El renacido' propone una experiencia física, una epopeya cercana que busca que la pantalla sude, sangre y duela, Kurosawa ya había logrado hace cuatro décadas mostrar la entrañas de la sabiduría de vivir desde el respeto a la naturaleza y ese espíritu de Rousseau que atraviesa el viaje moral y estético de 'El cazador' y su compañero neófito en el cuerpo a cuerpo con la sutil epidermis de las cosas.
Ecología y humanismo, sin parlamentos moralizantes ni demostraciones panfletarias, se aúnan en este encuentro que crece en el tiempo y en su verdad a través del fuego, del color del sol y la luz. El oficial ruso se confiesa en la voz en off que con inteligencia siembra el discurso del filme: "El hombre es demasiado pequeño al lado de la gran Naturaleza". En realidad, 'Dersu Uzala' es un ejercicio destinado a desentrañar la vida: una mirada diáfana que se enfrenta a lo natural desde una jubilosa vocación de descubrimiento, desde el retrato sencillo y primitivo que persigue la comprensión del entorno.
Coproducción con la antigua Unión Soviética, alejada en apariencia de las referencias niponas directas, 'El cazador' se mueve entre la fábula y la parábola. En un tiempo ajeno a determinismo y etiquetas de estilo que traería el nuevo siglo, la cinta pasa por ser minimalista y globalizadora a su vez, al apostar por una mirada depurada y amplia. Kurosawa alcanza en esta obra uno de los mayores rasgos exponenciales: su facilidad para tender sobre la pantalla una reivindicación de la tolerancia plena de sabiduría, pero también de realismo mágico, sin las connotaciones de la atmósfera literaria del boom latinoamericano, y la tragedia. Exenta de falaces e impostadas posturas filosóficas sobre un ritmo sensorial y oriental opuesta al modo de vida de la civilización occidental, Kurosawa, el humanista y artista de mirada totalizadora, ilustra su propio cuaderno de bitácora y libro de viajes a través de una aventura exterior e interior que explora al ser y su entorno desde la autenticidad. 'La Taiga del Ussuri', del naturalista ruso Vladímir Arséniev, es la base para que el cineasta se convierta en un cartógrafo de lo humano y dibuje los mapas poéticos de uno de los grandes filmes de la historia en los que el paisaje es el protagonista principal y secundario. Una mirada elegiaca que combina los rasgos, condiciones y señas de identidad que parecen extinguidas: la paciencia, la humildad, la ingenuidad abierta a la asunción de las cosas.
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Kurosawa lo que recrea, en realidad, es una de esas historias universales e intemporales que afloran en torno a una hoguera. Con tempo y una mirada directa, el filme hoy podría ser el espejo donde la conversación, saber escuchar, supone el cordón umbilical, el vínculo necesario con los territorios acotados de la vida. Veracidad desmayada en una calma que invita a entrar en las entrañas de esa poética de la supervivencia que el cineasta de 'Los siete samuráis' extiende entre los bosques del mundo.
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