Una secuencia de 'Into the Forest'.

Madres y monstruos

El Festival de Cine Fantástico de Sitges dedica una de sus secciones al terror creado por mujeres

Josu Eguren

Jueves, 15 de octubre 2015, 12:00

"Es una mujer abominable, un verdadero demonio, un ser que da luz cada año, voluntariamente, a niños deformes, horribles, espantosos, en fin unos monstruos, y que los vende al exhibidor de fenómenos. [...] Tiene once engendros de esa naturaleza. Es rica. [...] Vayamos a ver a esa mujer. Luego te contaré cómo se convirtió en una fábrica de monstruos". Guy Maupassant, en 'La Madre de los Monstruos y otros cuentos de locura y muerte' (Valdemar, 1995).

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Con esta descripción tan sugerente, -también podría servir como metáfora de una directora entregada a la producción en serie de largometrajes de serie B-, publicada en origen por la revista 'Gil Blas' en junio de 1883, el escritor francés Guy Maupassant introducía al lector en el relato de una historia trágica, la de una mujer-fábrica de seres deformes y monstruosos. Es un fragmento al que acudo instintivamente cuando tengo que meditar sobre el papel de la mujer en el cine fantástico y de terror porque, en más de un sentido, anticipa el debate sobre la mercantilización del cuerpo femenino, y abre la puerta a la disertación sobre la triple función de la mujeres como autoras, protagonistas y espectadoras dentro de un nicho cinematográfico en el que han ganado terreno a lo largo de los últimos años.

Vayamos a lo práctico. Si el Festival Internacional de Sitges sirve como termómetro del estado de salud del género, es inevitable fijarse en una pequeña selección de películas que se exhiben dentro de la sección Nuevas Visiones One, donde destaca la presencia de las directoras Lisa Takeba, Joyce A. Nashawati, Paula Ortiz y Lucile Hadzihalilovic (las dos últimas presentaron sus trabajos en el Festival de Cine de San Sebastián). A ellas se suman Karyn Kusama, Anouk Whissell (ambas en la competición oficial) y Patricia Rozema, que se reserva el honor de cerrar la proyecciones del certamen con el estreno de 'Into the Forest'. Son apenas siete películas, que saben a poco, pero confirman una tendencia que es una realidad aplastante en el patio de butacas. Los números afirman que el público de cine de terror en los Estados Unidos es mayoritariamente femenino, y que su fidelidad guarda el secreto del éxito de películas de culto como 'The Ring' (el remake americano de 'Ringu', de Hideo Nakata). Es difícil imaginar un escenario próximo en el que se destierren los clichés perpetuados a través de subgéneros como el 'slasher' (en el que han militado mujeres como Mary Lambert, Deborah Brock y Sally Mattison), pero existen razones para afirmar que la perspectiva feminista se está introduciendo lenta, pero inexorablemente, gracias a películas como 'The Babadook' (Jennifer Kent, 2014) o 'Una chica vuelve a casa sola de noche' (Ana Lily Amirpour). Puede que esa sea una de las razones que explique el rechazo y la desconexión de un amplio sector del público masculino con respecto a la ópera prima de la australiana Jennifer Kent, que en 'The Babadook' materializa en horror visible y tangible las pesadillas de una mujer que tiene que enfrentarse a la maternidad en solitario tras la muerte traumática de su pareja en un accidente de coche.

Dando por sentado que el grueso de la filmografía del horror contemporáneo avala las impresiones de la ensayista y profesora de estudios cinematográficos Barbara Creed ('The Monstrous-Feminine: Film, Feminism, Psychoanalysis' y 'Phallic Panic' son dos textos de lectura obligatoria en los que la escritora australiana reflexiona sobre la naturaleza abyecto), que en su literatura trabaja sobre la idea de la mujer-monstruo aplicando la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud (desde Medusa hasta la leyenda de la vagina dentata, pasando por los relatos bíblicos y el mito de las Amazonas), hay que celebrar el despertar de una nueva generación de directoras que han abrazado el cine fantástico y de terror con desprejuicio, matizando y/o subvirtiendo el discurso patriarcal respecto a los roles de género, un propósito al que también ha contribuido la espléndida filmografía de Lucky Mckee ('May', 'The Woman') y 'Ginger Snaps', de John Fawcett.

Pero hasta el presente el trayecto ha sido muy largo desde que la pionera Alice Guy hiciese su primera incursión en el fantastique con cortometrajes tan ingenuos y divertidos como 'Chirurgie fin de siécle' y 'La fée aux choux' (circa 1900). Solo unas pocas, como Roberta Findlay -reina absoluta del explotation y las sesiones Grindhouse en los años 70 con títulos tan poco edificantes como 'Tenement', 'Prime Evil', 'The Oracle' y 'Home Sweet Home' (la vida y obra de esta mujer hoy reivindicada por los nostálgicos de la caspa merece su propia serie en la HBO)-, Mary Lambert, Amy Holden o Barbara Peeters (esta última bajo la tutela de Roger Corman), gozan de reconocimiento en los círculos underground de adictos al gore.

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Será el estreno de 'Los viajeros de la noche' (1987, de Kathryn Bigelow -un western sediento de sangre en el que se enrola el grueso de la factoría James Cameron- el que pese a su fracaso comercial marcará un hito en la historia del género. A Bigelow, que cinco años después de 'Acero azul' (1990) firmaría su mejor largometraje con 'Días extraños', le toma el relevo otra mujer de apellido ilustre y gustos tan retorcidos como los de su padre: Jennifer Chambers Lynch, perpetradora, para algunos, de una de las peores películas de la década de los 90, 'Boxing Helena', filme que habría que rescatar de las críticas que la despacharon excesiva frialdad. La hija de David Lynch, a la que su filiación paterna le beneficia tan poco o menos que a Brandon Cronenberg, y que en la exótica 'Hisss' dilapidó gran parte del crédito que recuperó con 'Chained' (2008), tiene pendientes de estreno 'A Fall from Grace' y 'XXX', una película en la que participan Mary Harron ('American Psycho', 'The Moth Diaries') y Karyn Kusama ('Jennifer's Body' y 'The Invitation', película con la que ha competido en Sitges y ya se anuncia como una de las películas más destacadas del año).

Sin olvidar el interesante remake de 'Carrie', a cargo de Kimberly Peirce, es obligatorio viajar hacia otras latitudes para recoger el testimonio de la obra (caníbal) de las francesas Maria de Van y Claire Denis, autoras en la línea extremista de Bruno Dumont vulgarizada por Pascal Laugier, de la que se escinden para firmar dos joyas verdaderamente singulares: 'Dans ma peau' y 'Trouble Every Day'. También en Francia nos encontramos con Hélène Cattet que, en colaboración con Bruno Forzani, ha llevado hasta el límite la pulsión onírica del 'giallo' mediante 'Amer' y 'L'étrange couleur des larmes de ton corps': en ambas son constantes las referencias a la magistral 'Suspiria', de Dario Argento, guionizada por su mujer y musa Daria Nicolodi. Mientras en Japón ondea la bandera de Kei Fujiwara (conocida por los fans de Shin'ya Tsukamoto por su participación en 'Tetsuo, el hombre de hierro'), directora de la muy notable 'Organ'.

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Este relato podría extenderse durante horas, al ritmo acompasado de alguna de las bandas sonoras del horror compuestas por la italiana Nora Orlandi (en breve podrán disfrutar de un perfil de esta extraordinaria compositora firmado por mi compañero David López), pero la conclusión sería la misma. Actrices, guionistas, directoras y espectadoras tienen ante sí el reto estimulante de enfocar un género en el que siempre han sido protagonistas absolutas desde una perspectiva novedosa ¿o acaso hemos olvidado que desde 'Halloween' hasta 'The Innkeepers', pasando por 'Alien' o 'Lords of Salem' los hombres son la parte más prescindible de la fórmula?

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