Jacques Tati como M. Hulot.

El elogio del asombro cotidiano de Jacques Tati

Cabe preguntarse qué hubiera ingeniado el mimo Hulot, de nuevo rescatado y reivindicado, en una sociedad de móvil por montera, donde reina la inmediatez y la dependencia tecnológica

Guillermo Balbona

Jueves, 15 de octubre 2015, 13:13

"Todos los problemas económicos se resolverían si impusiéramos gravámenes elevados a la vanidad". Jacques Tati era un silencioso cargado de palabras. Un lúcido doctor del humor que diseccionaba la realidad, guardaba sus aforismos para su uso medioambiental e inventaba escenas que parecían greguerías. Ver de nuevo sus obras, fruto de una filmografía corta pero contundente, revela la modernidad de su creación, ese chispazo que delata el absurdo, muchas veces soterrado en lo convencional, el estatismo de muchos modos de vida, la necesidad de la imaginación y el latigazo que permite alumbrar y deslumbrar ese desnudo integral de lo cotidiano hecho pedazos. En Tati hay poesía, pero sobre todo una comicidad contenida que serpentea, contagia y se instala en la retina hasta afrontar el mundo con otra mirada.

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El cineasta de 'Parade', su homenaje y reconocimiento a la deuda circense visible en sus películas, es un autor moderno en toda la plenitud de su concepto. Cuando se afronta una jornada cualquiera vertebrada por unas tecnologías que imponen su presencia con celeridad, su supuesta necesidad hasta la dependencia y la adicción enfermiza, cabe preguntarse qué hubiera ingeniado con un móvil, cómo habría resuelto una anécdota con internet como herramienta dominante, o qué conducta adoptaría su personaje a la hora de moverse entre programas inteligentes, objetos robotizados y espacios públicos despersonalizados.

El elogio del asombro cotidiano de Jacques Tati, el depurado sentido del humor, la comicidad adherida, subliminal, como un equipaje inasible conforman ese universo de Tati que hoy desvelaría las falacias de una comunicación superficial, desnudaría las trampas de la inmediatez y mostraría una mirada lúdica sobre una forma de vida dependiente de artefactos de control y seguimiento. ¿Quién vigila al vigilante? se preguntaría quien ha influido tanto en Tricicle como en Jean-Pierre Jeunet, por citar dos extremos conceptuales sobre el cine y el espectáculo.

Tati es escénico y gestual, pasivo prácticamente de un activo desencadenante, tan causal como azaroso, que rompe la realidad circundante y fragmenta la mentira del orden. Nunca exagera el resultado ni la intención, pero en la aparente prosa del cineasta francés asoma ese factor sorpresa mutado en descubrimiento, en hallazgo, en una pista que nos hace ver a los objetos y a las personas con el convencimiento de que todo requiere de una fase iniciática, de un aprendizaje sentimental para abrirnos los ojos.

Las raíces del género

Punzante y lúcido, el cómico francés renovó la gestualidad, el electrizante destello visual y la riqueza del cine silente. Desde la pureza del gag visual, Jacques Tati unía las raíces del género con su inagotable capacidad para hacer del humor toda una filosofía: lo que se manifiesta en las señas de identidad de su personaje urbano o, en el otro extremo, en la utilización de los ruidos. De 'Días de fiesta' a 'Las vacaciones de M. Hulot', los veranos pequeño burgueses propician la sátira y la crítica de Tati, quien abordará toda una visión ácida de la civilización urbana, de lo moderno, cuando se enfrenta a la primacía de los objetos, al funcionalismo y al automatismo, tres territorios ahora hipertecnologizados y sofisticados que causarían estragos a través de sus sentidos, caso de los hallazgos acústicos que se suceden en su obra, desde 'Mon oncle' a 'Trafic', desde los cincuenta a los setenta. Una visión de la vida, nada frívola ni banal, en la que se dan cita situaciones sometidas a un estudiado humor intelectual, habitado por una filosofía de la vida.

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Es verdad que contemplar una película de Tati es siempre un acontecimiento, entre dobles versiones, color y blanco y negro, detalles y obsesiones perfeccionistas. El costumbrismo transformado en delicioso sentido de la observación, la defensa de los valores humanos y la crítica tecnodesarrollada, una constante reivindicación de la fantasía, de la heterodoxia, de una lucha frente más contra los artilugios y artefactos que condicionan y encasillan. Como en 'El colegial' de Buster Keaton, uno de sus espejos, Tati/Hulot busca la cercanía y la intimidad, el valor y el documento personal por encima de la mecaniscista imposición del sistema.

Maestro del tempo del gag, crítico, sembraba cada situación de breves y sutiles sketchs, surrealistas golpes de ingenio, entre el arrebato visionario, el gesto único, la chispa y la medida improvisación. El cortometraje 'Escuela de carteros' y las miradas fundacionales de las aventuras de su personaje más universal, el señor Hulot, que encarna él mismo, los gags siempre muy visuales revelan una ácida mirada social a la burguesía y a las costumbres y convenciones.

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Un mimo elocuente

'Las vacaciones de M. Hulot' se estrenó en España en 1954 y desde este verano ha regresado a algunas salas comerciales con la versión restaurada y a ciclos y programaciones. Con siete cortos y seis largometrajes, Tati impuso su singularidad como actor y director encarnando a dos alter ego del cómico: 'François el cartero' y 'el Señor Hulot'. Agudo observador de la evolución de Francia, en particular, y de Europa, desde la Segunda Guerra mundial hasta los años 70, ha pasado a la historia como un "fantástico inventor de formas y un maestro en el arte de percibir la cotidianidad y la modernidad con distancia crítica, humor y generosidad". El lanzamiento de la edición de 'Jacques Tati integral' (A contracorriente films) en formato blu-ray, por primera vez en alta definición, en una edición única, en más de seis horas de contenidos adicionales, ha potenciado este regreso al futuro de Tati.

El mimo elocuente, el parlanchín silente irrumpió en lo funcional para desvelar lo disfuncional, y viceversa. Satírico de lo urbano, dejó proyectos tan insólitos como un documental de fútbol sobre el Bastia. También hubo guiones inéditos versionados en animación, más restauraciones y reestrenos.

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Su pantomima, la del personaje desaborlado, destartalado y desgarbado que fuma en pipa, traza como objetivo los disparates de la vida moderna como haría hoy con internet y la alienación. A ese paisaje de mímesis, de ideas socializadas en el espacio más conservador y temeroso, Tati opone la incomodidad de la crítica y el juego con el tiempo y el espacio ('Playtime') de sus personajes. Frente a lo uniforme y el anonimato, la risa, el gesto y la lucidez revelan ese lugar humano y cálido donde nombrar el mundo.

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