Ventanillas caídas
Ahora que tanto se habla de aprobar los Presupuestos en España, alguien en este país, en el que predominamos los protestones, puede imaginarse acudir a ... una oficina pública y en lugar de tropezar con una cola de impacientes y un funcionario malhumorado consultando el reloj, encontrarse en la más absoluta de las soledades, la luz apagada las ventanillas bajadas y los cristales llenos de polvo que nadie limpia. Pues no, no es fácil imaginarlo. Aunque no somos un país rico ni aspiramos a ser la primera potencia mundial, esas cosas no ocurren. Hasta ahora al Estado nunca se le ha ocurrido liberarnos de burocracia.
Lo más es que haya una huelga y algún sector de la Administración pública se declare en estado de brazos caídos para hacer valer sus reivindicaciones profesionales o salariales.
Pero en Estados Unidos, siempre tan perfectos en todo, sí pasa y hace ya un mes, exactamente un mes, que las oficinas y los servicios federales están cerrados, inactivos, en espera de que la Cámara de Representantes apruebe unos presupuestos que entre otras partidas contemplen un extra de cinco mil millones de dólares para que el presidente, Donald Trump, consume su capricho de construir un muro en la frontera con México.
Hay que apresurarse a decir que no toda la culpa es de Trump ni es la primera vez que sucede. Todos hemos visto alguna vez en televisión -y yo mismo lo he contado- la curiosa escena de millares y millares de empleados abandonando, sin molestarse en apagar la luz, las oficinas donde unas horas antes se resolvían o se intentaban solucionar los problemas y las necesidades burocráticas de la gente. La última vez fue hace cinco años. Los empleados, cargados con las cajas de cartón con sus pertenencias, se despedían en plena calle y se gastaban bromas calculando el tiempo que tardarían en reencontrarse: el que sus señorías tardasen en aprobar el Presupuesto para pagarles los sueldos.
La espera solía ser breve, dos o tres días de vacaciones forzosas, bien es verdad, nada es perfecto, que sin derecho a sueldo. En esta ocasión llevan cuatro semanas sin cobrar y sin esperanzas de hacerlo porque en Estados Unidos no está contemplado que se cobre si no se trabaja lo mismo da que sea por voluntad propia que por imposición ajena. El presidente y la mayoría demócrata se mantienen firmes: o presupuesto para que los empleados cobren o muro para que Donald Trump se jacte de haber pasado con la suya.
Mientras tanto, centenares de miles de familias a verlas venir, sin sueldo, ni derecho al paro ni jubilación. Cerca de un millón de funcionarios esperan y se desesperan. Lo mismo que decenas de millones de ciudadanos.
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