La universidad interpelada
La universidad debe reflexionar acerca de su posición y su razón de ser, construyendo un relato en el que proyectarse como un espacio de relaciones organizado para la evolución y para la revolución
La sociedad evoluciona de la mano del cambio y la transformación. En ese devenir construye relatos que ayudan a poner el énfasis en aspectos que ... considera determinantes. Así, hemos asistido al relato de la sociedad de la información, o al de la sociedad del conocimiento. En estos momentos, el relato debería llevarnos a destacar la revolución que ya se está produciendo: la del aprendizaje transformador en cooperación. Supone un verdadero desafío para todos los agentes económicos, sociales e institucionales, y especialmente para las instituciones universitarias.
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Parece incuestionable que, dentro de la realidad cambiante que supone un mundo en transformación, las personas deben afrontar el reto del aprendizaje permanente, debido a la necesidad de actualizar y ampliar sus conocimientos, capacidades y habilidades para garantizar su desarrollo personal y profesional a lo largo de una vida cada vez más larga y más activa, sometida a cambios constantes en las relaciones socio-laborales y en la propia naturaleza del empleo. Como destacaba Anant Agarval, máximo responsable de edX, la plataforma de cursos MOOC del MIT y Harvard, «el aprendizaje de por vida es el futuro del trabajo y de la educación».
En este sentido, existe una responsabilidad personal en el propio aprendizaje, pero también una responsabilidad compartida entre todos los agentes implicados -empleadores, gobiernos y sector educativo-, especialmente las universidades. No debemos olvidar que el desarrollo tecnológico, las propias necesidades de las personas en términos reales y de expectativas, la aparición de nuevos marcos pedagógicos y diferentes estrategias para el aprendizaje, por ejemplo, suponen una interpelación clara a la universidad para reflexionar sobre la verdadera naturaleza de su misión y adaptar las formas de desarrollarla. En mi opinión, la flexibilidad, sobre la base de la consistencia, así como la capacidad de reacción y anticipación deben inspirar la actuación de las instituciones universitarias, en una difícil armonía entre la evolución -que supone mejorar las respuestas a las preguntas ya conocidas- y la revolución -que es la que se desencadena al plantear nuevas preguntas-.
Todo esto supone un gran desafío para las universidades y, aunque no se debe subestimar su capacidad para el cambio, también es cierto que sus resistencias al mismo son formidables. Así, las universidades están haciendo frente a presiones que vienen no solo de los modos cambiantes de producción del conocimiento, sino también de las agencias que tienen un papel fundamental en la producción de conocimiento, particularmente de los gobiernos. Desde este punto de vista, por ejemplo, el desarrollo de una investigación científica transformadora implicaría una relación mucho más interactiva entre ciencia, industria y gobierno.
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En general, podríamos decir que la universidad deberá evolucionar -o quizás revolucionar- de una universidad que enseña a una universidad que aprende, que emprende, que innova, que transforma. Por eso su misión debe estar inspirada por la transformación y las personas, porque su desafío es ser una universidad co-transformadora. Necesita romper con el paradigma espacial que lo impregna todo y que ha generado una cultura de silos y compartimentos estancos. Algo que se aprecia no solo en las relaciones con el resto de los agentes, sino también en la propia organización interna, que responde a estructuras jerárquicas, funcionales y propietarias, en vez de organizaciones distribuidas, relacionales y en base a nodos y redes. La necesidad de reforzar una cultura de cooperación es determinante para desenvolverse en el nuevo paradigma relacional.
Pues bien, la universidad como una institución que acompaña, que aprende y que transforma, siempre en cooperación, necesita asumir el alcance verdadero de su misión en unos tiempos necesitados de liderazgo de pensamiento y de acción. Debe reflexionar acerca de su posición y su razón de ser, construyendo un relato en el que proyectarse como un espacio de relaciones organizado para la evolución y para la revolución, para aportar nuevas respuestas a las preguntas conocidas y para plantear nuevas preguntas que responder. Para ello debe analizar las corrientes de fondo que dominan la transformación social y anticipar sus consecuencias, aportando consistencia, para lo que es básico articular áreas de conocimiento especializadas. Pero también debe de ser capaz de dar respuestas concretas y rápidas a las transformaciones específicas que emergen de manera constante, aportando flexibilidad, para lo que es básico articular procesos y relaciones de cooperación interna que permitan las respuestas inmediatas a demandas concretas. Puede parecer contradictorio -flexibilidad y consistencia-, pero no lo es. Porque lo consistente no tiene por qué ser rígido; puede ser y, en este caso, debe de ser flexible.
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