Secciones
Servicios
Destacamos
Aunque a veces parezca que no hay entendimiento posible entre los seres humanos, pienso que cada vez que cruzamos un puente, montamos en un ascensor ... o dormimos en la décima planta de un hotel –no importa en qué parte del mundo estemos– manifestamos una fe incuestionable en la ingeniería, o lo que viene a ser lo mismo, una fe en el 'otro'. Yo también me declaro devota de esa religión civil y confío mi integridad física en cálculos ajenos; sin embargo, cada cierto tiempo, así como el pecado asiste a la virtud, esa fe se me quebranta. Sucedió hace poco, cuando supe que habían creado y comercializado vehículos eléctricos sin haber ideado un sistema eficaz y rápido para apagar sus baterías en caso de incendio. ¿Cómo pueden funcionar las cosas así? Cabe preguntarse, porque a muy temprana edad aprendemos que no debemos encender nada, ni material ni inmaterial, que no pueda apagarse. El corazón de la ingeniería debería saberlo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El humilde y olvidado Barrio España: «Somos como un pueblecito dentro de Valladolid»
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
No te pierdas...
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.