El peligro de las pequeñas cosas reside en que ni en quien las solicita ni en quien las brinda se sustancia la idea de estar ... pidiendo demasiado; sin embargo, las pequeñas cosas tienen la manía bíblica de la multiplicación. Dentro de lo difícil que es decir que no, resulta más sencillo argumentar en contra de una propuesta que exija mucho tiempo, que en contra de una que apenas requiera tiempo. Los pequeños compromisos emboscan la trampa de la sencillez, de que media hora, un rato, que por qué no, que por qué tanta reticencia, a ver si vas a ser la rara tú.
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Al contrario de lo que pasaba antes en los pueblos o en los barrios cuando aún existían las comunidades, esas pequeñas cosas –favores, atenciones– se tomaban al asalto. Ahora, creamos un grupo de wasap. Me frustra que actualmente se intercambien más conversaciones en la preparación de un breve encuentro que en el encuentro en sí. Mucho 'mensajeo', poca diversión, deberíamos cantar.
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