Podemos se gripa
Podemos, que unos años atrás creo tantas expectativas, y por supuesto temores, se está gripando. Bueno, gramaticalmente no es la palabra correcta, porque los motores ... se gripan como consecuencia de la fusión de sus componentes y en este caso lo que está ocurriendo es lo contrario. Toda la cohesión que en los primeros tiempos mostraban sus líderes y promotores ha acabado como el rosario de la aurora y la realidad es que el motor de su unidad se está parando, es decir, si no se ha gripado, pero está camino de suceder.
Cuando el boom de Podemos, en aquellas elecciones europeas en que emergió con una representación importante, muchos, entre los que modestamente me cuento, avanzamos cierto pesimismo sobre su consolidación futura. Flor de una temporada. Eran años muy malos para las economías familiares, el Gobierno estaba aplicando una austeridad insoportable, los jóvenes no encontraban trabajo y la moral de la gente, que acababa de salir de una etapa de bonanza, había caído por el suelo. El ambiente era piripintado para la política populista.
La novedad de una generación de políticos jóvenes, brillantes en la exposición de sus argumentos y oportunos en la demagogia de sus mensajes, despertó entre mucha gente el interés por la política y cierto espíritu de rebeldía que enseguida despertó temores entre el establishment. Seguramente que el descontento se canalizase a través de una organización de izquierda radical, rompedora pero respetuosa con el sistema, evitó en aquellos días problemas mayores. Además, Podemos enseguida se incorporó a la normalidad institucional.
Nunca consiguió empatizar con la derecha, que no supo valorar el tener a sus adversarios compartiendo el juego democrático. Sin embargo, conforme fue acomodándose al espectro político, y de alguna manera tocando poder, unas veces desde el Parlamento, otras en las administraciones autonómicas y locales, y siempre en la calle, Podemos comenzó a sufrir problemas internos que la euforia del comienzo parecía descartar que se produjesen. Algunas veces se dice que la derecha actúa por intereses y la izquierda por ideología.
No sé. Lo que sí está bastante demostrado es que la izquierda, y nada digamos la extrema izquierda, en casi ningún país democrático consigue mantenerse unida y homogeneizada. Y España no es tan diferente. Las luchas por las ideas cuando empiezan a emerger se vuelve muy difícil reencauzarlas. Durante algún tiempo el liderazgo de Pablo Iglesias fue capeando las discrepancias. Pero no resolviéndolas. Empezaron con las mostradas por Carolina Bescansa y ya no han parado.
Podemos es de hecho una coalición de pequeñas organizaciones que de vez en cuando salen a flote intentando imponer sus pretensiones. Se ha venido viendo en varias comunidades, como Andalucía o Galicia y acaban de estallar ante la decisión unilateral de Íñigo Errejón, tradicionalmente el número dos del partido, de abandonar para emprender un nuevo proyecto que dividirá el voto y está empezando a pasar a sus militantes del optimismo eufórico al pesimismo más realista.
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