¿Y si pasara en España?
Pasan cosas en todas partes, pero nada puede estremecer más que los detalles de lo que ocurre en la Casa Blanca de Washington con Donald ... Trump sentado en el Despacho Oval y el maletín con las claves nucleares al alcance de sus dedos. Estos días pasados hemos asistido a las declaraciones ante el Congreso de Michael Cohen, el más que influyente -y, al igual que su jefe, más bien bocazas-, abogado que manejó durante diez años los trapos sucios del actual presidente de EE UU. Todo el mundo en Washington conoce a Cohen, el hombre que habla demasiado, y nadie desconocía la fidelidad perruna que le profesaba a Trump, antes de entrar en política y después de su entronización como la persona con más poder en el mundo. A Cohen se le recuerdan frases tales como cuando aseguraba que se dejaría matar por defender a Trump. Pero los amores y fidelidades exageradas suelen acabar mal.
Cohen tarifó con Trump y se vengó acusando al presidente de todo lo imaginable, desde embustero, tramposo, inmoral, corrupto, etcétera. Sus declaraciones han caído como una bomba en la opinión pública norteamericana a pesar de que ya nada nefasto relacionado con el presidente causa sorpresa. Acabo de leer 'Miedo. Trump en la Casa Blanca', el abrumador relato de estos años que realiza Bob Wooodward, uno de los periodistas que protagonizaron el Watergate. Woodward, que cuenta con una bien demostrada capacidad de investigación y goza de unas fuentes de la máxima solvencia, relata el ambiente en torno al Presidente que, para empezar, pasa siete horas diarias viendo la televisión, casi siempre la cadena Fox que le es afín, y no llega al trabajo antes de las diez. O cómo su hija Ivanka entra en su despacho sin llamar durante cualquier reunión y se sienta a escuchar y a intervenir sin ser invitada.
Los primeros asustados ante lo que ocurre con un presidente que resuelve los acuerdos de Gobierno con un tuit que nada tiene que ver lo acordado son los altos funcionarios que nunca saben a qué atenerse, que se pasan las horas conspirando y trapichando con sus propuestas para presentárselas Trump en un intento desesperado por convencerle de lo que conviene o para rebatirle sus impulsos fruto de su incapacidad para analizar y reflexionar las decisiones.
Los altos cargos pasan, rebosan optimismo sobre su futuro y acaban abandonando de manera indigna y abochornados en muchos casos. Cómo trata Trump a cuantos le rodean carece de precedente. Maltrata a sus colaboradores, les insulta en público, les amenaza y les desautoriza con palabras groseras. Claro que algunas veces le engañan: presentan a su firma documentos que él desea ver aplicados y, una vez firmados, aprovechan un descuido para secuestrarlos y esconderlos sin que salgan a la luz.
Leer a Woodward deja en el aire una pregunta de carácter doméstico. Nos quejamos de muchas cosas, pero ¿qué pasaría si ocurriese algo parecido en España?
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