Entre la fraternidad y lo fratricida
Hubo un tiempo en que los norteafricanos pasaban a la Península, luego fue al revés, y ahora miles de marroquíes hacen la travesía como emigrantes
El padre de Mohamed Chukri, autor de 'El pan desnudo' y tal vez uno de los escritores marroquíes más importantes del siglo XX, sirvió en ... las tropas regulares al servicio de los españoles, en cuya lengua le dictó Chukri a Paul Bowles su novela, que luego este tradujo al inglés procurándole celebridad mundial. Se dice, por otra parte, que fueron los moriscos, los musulmanes que se convirtieron al cristianismo en la Península, los que iniciaron la costumbre de alimentar sólo con bellotas a los marranos que no tenían más remedio que comer, para no ser tomados por fieles clandestinos a los mandatos del Profeta. El islam no prohíbe comer animales herbívoros, por lo que los cerdos así engordados, pensaban, eran una infracción más leve de sus creencias.
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Estas dos anécdotas, entre otras muchas, están recogidas en 'Al sur de Tánger', un ensayo donde con el subtítulo «Un viaje a las culturas de Marruecos», nos ofrece el arabista y traductor Gonzalo Fernández Parrilla una útil guía para adentrarnos en los muchos vínculos —culturales, humanos y de toda índole— que existen entre los dos pueblos ahora separados por el estrecho de Gibraltar, pero que durante no pocos siglos, a lo largo de una larga historia compartida, estuvieron unidos por él. De paso, es una invitación a conocer el Marruecos actual: sus gentes, sus manifestaciones culturales diversas, sus contradicciones y sus conflictos, más allá de la maurofobia y el tópico turístico.
Cada vez que entre nosotros se desata la inquina contra el moro —esa pulsión que recientemente tomó forma de «cacería» que le tocó padecer a la población de Torre Pacheco—, cada vez que alguien ignora la complejidad de la relación bilateral con quienes son y serán siempre nuestros vecinos del sur, con el consiguiente entramado de intereses contrarios pero también comunes —que los hacen rivales y aliados a la vez—, desea uno que ejercicios de pedagogía como el que afronta el autor de este libro fueran más abundantes y tuvieran más eco. Porque está escrito desde el conocimiento, desde la emoción e incluso desde el amor, sin caer por ello en la mirada idealizada o acrítica.
Como señala Fernández-Parrilla, la historia de Marruecos y España, tormentosa y accidentada, oscila a lo largo de los siglos entre la fraternidad colonial y la guerra fratricida. Hubo un tiempo en que los norteafricanos pasaban a la Península, luego fue al revés, y ahora miles de marroquíes hacen la travesía como emigrantes. A otros cabría rechazarlos por diferentes; la aversión hacia Marruecos es, en parte, aversión a nosotros mismos.
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