Todos somos Ratatouille
La repugnancia y la fascinación que provocan las ratas puede que provenga de nuestras enormes semejanzas
En medio de un caótico paisaje de basuras acumuladas durante la larga huelga de los recogedores, días atrás en el Barrio Latino de París se ... desarrolló una manifestación animalista cuanto menos curiosa dada la especie reivindicada: la rata de alcantarilla o, dicho más finamente, la 'Rattus norvegicus'. Bajo el lema 'Las ratas no son nuestras enemigas', los concentrados denunciaron el envenenamiento masivo de roedores con «un arsenal de métodos crueles e ineficaces» en vez de aplicar medidas que incidan en la gestión de residuos, el urbanismo insalubre, la esterilización o una mayor investigación científica. «Cese ya el exterminio», exigía la proclama que calificaba a las ratas de seres «increíbles, inteligentes, sociales e incluso juguetones, dotados de una sorprendente empatía».
Si ya de entrada asombra la existencia de defensores del animal más aborrecido de la creación, su osadía al salir a la calle en defensa de una causa impopular donde las haya, y que encima lo hagan en plena crisis sanitaria, con los roedores parisinos (entre tres y seis millones de ejemplares) de paseo bajo el sol primaveral disfrutando del suculento bufé que se les brinda, no me negarán que les hace merecedores de alguna atención.
Donde hay seres humanos siempre habrá ratas y ratones. Desde los orígenes nos han acompañado en nuestra expansión geográfica y económica, a más de que en la era científica juegan un papel esencial en los laboratorios donde se exploran soluciones médicas. Denostadas en Occidente pero respetadas en Oriente como símbolo de sabiduría y de fortuna, creemos conocer a la rata urbana porque vivimos (generalmente a nuestro pesar) cerca de ella, pero la realidad es que hoy sabemos mucho más sobre el oso polar, la nutria gigante o el halcón peregrino. Y eso que compartimos enormes similitudes genéticas, sociales y una capacidad de adaptación superior a cualesquier otras especies. Puede que precisamente ahí radique la repugnancia y la fascinación que nos provocan.
A partir de esta oscura hermandad, el novelista Andrzej Zaniewski escribió 'La rata', inolvidable lectura sobre una criatura que, como el hombre, se avergüenza de su construcción biológica, de su pulsión carnívora, de su crueldad; que, como nosotros, se apresta a asaltar el primero de los barcos en naufragio; y que, aventura Zaniewski, comparte también nuestro gusto por el buen comer. Basta acercarse a París y ver el banquete digno del mismísimo Ratatouille que se están dando ahora nuestras huidizas vecinas.
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