El oficio de vivir

Intelectuales y contrasentidos

En la obra de Foucault se rastrea el tránsito desde la rebeldía sesentayochista hasta el individualismo neoliberal

Domingo, 30 de junio 2024, 02:00

Una paradoja bien conocida de la historia reciente: los contestatarios sesenteros, al desmontar valores y derribar jerarquías tradicionales, prepararon el advenimiento de la sociedad ultraliberal ... y la entrada en la era del consumo de masas. Michel Foucault, a quien se recuerda al cumplirse el 40 aniversario de su fallecimiento víctima del sida, fue uno de los mandarines intelectuales que hizo de guía en el tránsito desde la denuncia de un poder ubicuo, el biopoder, hasta el individualismo de mercado.

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A las crisis de los sesenta (protestas raciales, guerra de Vietnam, levantamientos anticoloniales, Primavera de Praga, Mayo francés...), sucedió un repliegue general hacia ámbitos de realización personal. «La acción no debe ser reacción sino creación», se leía en los muros del mayo parisino. Se impondrá una cultura centrada en el pleno desarrollo del yo, en la liberación interior; triunfan las retóricas de la identidad y de la introspección ('sé tú mismo', 'sal al encuentro de tu yo', 'expándete'...), el culto al cuerpo y al sexo, la dietética, el psicoanálisis, el yoga o la meditación trascendental. Miel sobre hojuelas para el neoliberalismo emergido en los setenta en ruptura con el intervencionismo estatalista, en el que Foucault vio un desafío al orden en sintonía con su trabajo de destrucción/deconstrucción en el campo filosófico. Pero con matices.

Su propuesta de «hacer de tu vida una obra de arte», cuya genealogía detectó ya en la antigüedad greco-romana, incardinaba en una ética y una estética a contrapelo del utilitarismo y con una concepción solidaria: el cuidado de sí —dirá— implica el cuidado de los otros; perfeccionándome puedo atender mejor a los demás. Ambos aspectos parecen situarle en las antípodas de aquella ideología que toma a los individuos como meros calculadores interesados.

Así las cosas, y constatada la influencia que pudo ejercer sobre los gurús de la 'new age' y de la simpatía con que recibió la irrupción política del neoliberalismo que él situaba inicialmente «tanto en la derecha como en la izquierda», Foucault acaso fuera víctima de un deslumbramiento semejante al que le llevó en 1979 a considerar al ayatolá Jomeini como precursor de un nuevo liderazgo y símbolo de la resistencia a la opresión, o a elevar al Marqués de Sade a los altares literarios antes de impugnarlo como a «un disciplinario, un sargento del sexo, un agente contable de culos y sus equivalentes». De intelectuales es desdecirse. Y Foucault lo fue: sabio y contradictorio.

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