La puesta en marcha del superordenador cuántico IBM Quantum System Two en Donostia ha generado muchas preguntas que se resumen en una: ¿Para qué sirve ... eso? Impactará en la salud, dicen unos. Será bueno para las finanzas y la industria, anuncian otros. Y para la energía y la ciberseguridad, reclaman los de más allá.
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Pero a casi todo el mundo se le olvidó lo mas importante: sirve para saber. La búsqueda del conocimiento es un fin en sí mismo, saber por el mero hecho de saber tiene todo el sentido del mundo.
La física cuántica se ocupa de cuestiones como afirmar que un gato encerrado en una caja puede estar muerto y vivo a la vez. Como se ve, cuestiones de lo más práctico. El utilitarismo –que presidía el espíritu de muchos de los invitados a la inauguración del ordenador– pide respuestas aquí y ahora. Saber por saber está en el origen de todos los avances científicos. Cada cosa que se aprende no convierte la realidad en más sencilla y manejable, sino todo lo contrario, abre la perspectiva de lo que se desconoce en una progresión geométrica imparable. Las respuestas no zanjan las cuestiones, generan más preguntas. La obligación de este ordenador es hacer nuevas preguntas, sobre cuestiones que ni siquiera se sabe si existen. Igual que la educación y la universidad deben orientarse al conocimiento y no a la forja de mano de obra, como quieren las empresas (eso es la consecuencia), el ordenador cuántico tiene que destinarse a saber. Lo demás vendrá después. En este caso, el orden de los factores sí altera el producto, no se debería caer en la tentación de invertir el proceso. Primero, saber. Luego, ya se verá. ¿Para qué vale esto? Quién sabe. De eso se trata.
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