Gominolas
Niños y no tan niños hacen acopio. Quizás busquen la dulzura que una vez tuvieron y con la que aún sueñan
Nadie aparece fumando en las películas actuales, a no ser que se quiera destacar la condición malvada, transgresora y, por tanto, amenazante. Porque, ¿qué mayor ... peligro para la supervivencia de la humanidad que unos señores o señoras fumando como carreteros? Aunque ya no quedan carreteros, ni arrieros que se encuentran en los caminos, y pocos saben siquiera lo que fue aquel trajín de carretas. También se dice de alguien aficionado al trago que «bebe como un cosaco», pero ¿dónde hay cosacos si no es en los relatos de Tolstoi? Es el tabaco, la causa del cambio climático, no la emisión de gases contaminantes, etc. Lo importante es señalar que quien fuma es culpable de algo, no importa de qué.
En las películas antiguas el héroe fumaba, antes y después de haber matado o encerrado a quien molestaba a la dama de ojos llorosos. Fumar estaba bien visto, era señal inequívoca de triunfo, y los adolescentes después de la proyección querían emular las escenas importantes: hacían como que fumaban. Más tarde, empezaron a fumar de verdad, y se dieron cuenta de que ya no quedaban héroes en el mundo, que ellos no iban a serlo nunca; aunque lo quisieran. También supieron que la imagen aquella de los labios abiertos y extendidos un poco, expirando humo, era pretenciosa, preámbulo de la decadencia que iba a llevarse todo por delante. Formaba parte del disfraz con que intentaban esconder las pasiones, que eran incontables y débiles, sin fuerza para llegar adonde se pretendía.
Ahora, en muchas películas y series de moda, los héroes, o como se les llame ahora, comen gominolas a puñados. Se mata igual o más, es cierto, porque el arte y la ciencia de la muerte se han sofisticado una barbaridad. No importa la calidad, sino la cantidad: cuantos más muertos, mejor. Pero nadie fuma. Los malvados beben, eso sí, como si no hubiera un mañana, y consumen todo tipo de sustancias, algunas sin receta ni prescripción facultativa.
Se imita todo lo que se ve, cuando no se tiene una opinión formada y sólida sobre la realidad. Dicen que el arte imita la vida, como también dicen que la vida, sobre todo, imita la vida que no se vive, pero viven los demás en la televisión, en el cine, en las múltiples existencias ajenas que se exhiben sin velo ni reparo ninguno. Hay tiendas de chuches en todas partes; los niños y no tan niños hacen acopio de gominolas, antes de la proyección, y también después. Quizás busquen la dulzura que una vez tuvieron y con la que aún sueñan.
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