Autores
Que existan más autores que lectores indica que todo el mundo cree que tiene una historia que contar y hace todo por publicarla, sin pensar que alguien quiera leerla
Madrid, en primavera, antes del tórrido verano, tiene algo que pocas ciudades de la península pueden exhibir, su cielo. Hay un dicho popular extendido por ... todo el mundo, «De Madrid al cielo». Velázquez decía que la luz de Madrid era transparente. Desde el lugar donde acostumbraba a pintar, el oeste de la urbe, con la vista diáfana de la sierra de Guadarrama, los atardeceres son memorables. Y, ciertamente, nadie ha pintado como él esos cielos madrileños, donde el azul adquiere tal pureza que daña los ojos, hechos a otras espesuras, a otras tinieblas, a otras turbulencias, y pasan las nubes, como desfilando en un patio. Últimamente, se ha convertido en una atracción turística más; gentes venidas de todas partes se acercan a uno de los pocos promontorios con que cuenta la ciudad, cerca del palacio de Oriente, y se llama Las Vistillas. Allí se sientan en bancos de madera o sobre la tierra que un día fue hierba, y mientras beben y consumen los productos adquiridos en los establecimientos cercanos, se asombran y exclaman admirados por el bienestar que les produce la visión de un cielo que se va volviendo paulatinamente oscuro y luego rojo intenso; y, después, la noche.
La masificación que trae consigo el turismo universaliza el espectáculo, pero no el significado de la belleza, ni el del arte. Hay impresiones que solo adquieren sentido en la más íntima de las soledades. «A mis soledades voy, de mis soledades vengo», escribió Lope de Vega.
Otro espectáculo que ofrece la ciudad de Madrid por estas fechas, preliminares al verano y, con ello, anteriores a la fuga de artistas hacia zonas climáticamente más benignas, al mar siempre amable del Mediterráneo, o la montaña domesticada del Pirineo, es la Feria del Libro. La visita, siempre necesaria para quien tenga hacia los libros algo más que una afición coleccionista y conservadora, rebela una realidad que normalmente se escapa a los profesionales de los medios de comunicación no especializados. A un editor modesto, pero amigo, le planteamos nuestro pesar por no poder seguir debidamente la actualidad editorial, debido a la profusión de libros que salen y desaparecen, muchos de ellos sin dejar huella alguna. Nos respondió, sin perder la sonrisa, que hay algunos datos que indican que existen ya más autores que lectores, lo cual quiere decir que casi todo el mundo cree que tiene una historia que contar y hace lo imposible por publicarla, sin preocuparse de que alguien quiera leerla.
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