Apatía
Llamamos apatía al deseo de retirarse del terreno público, de no participar en la rifa del hogar del jubilado, y menos en las elecciones...
Por muchísimas vueltas que le demos al asunto, ¿cómo se puede sustituir una campaña electoral por algo que sea diferente o que nunca se haya ... visto? En primer lugar, participar en unas elecciones no es como hacerlo en una rifa, donde uno compra un boleto, otros, ninguno, y siempre hay alguien que llevándose casi todos siempre gana. Se trata, por lo visto, no de participar, sino de ir alardeando de la suerte generosa. Puede que haya alguna rifa que no esté de alguna manera amañada; probablemente, una en la que nadie juega mucho, o todos juegan un poco, para pasar un ratito o la jornada en agradable compañía: una reunión de vecinos en la asociación, quizás, para sufragar las fiestas.
Siempre hay, de todos modos, quien se queja de que nunca le toca el premio; pero también es cierto que un premio universal, y no particular, no se puede considerar premio. Tiene que haber algo que diferencie, que discrimine, que dé categoría, prestigio y renombre al premiado. El azar es clasista, a su manera, es bien sabido. La buena suerte existe; también, la mala. Napoleón, entre sus generales, además de buenos estrategas, buscaba gente afortunada.
Las campañas electorales son un escaparate; cada candidato exhibe, muestra, enseña sus mejores ropas, su mejor aspecto, la cara no oculta. Creo que no se trata de convencer (mucho, poco o nada), sino de mostrar al público que nadie va desnudo, o que nadie va vestido de manera inadecuada, con un traje ideológico que no le corresponde, que no es el suyo, vamos. Una vez vistos todos, cada cual se queda con el que más le gusta, que, normalmente, y a partir de cierta edad, es el acostumbrado; o no se queda con ninguno, porque en todo ve defectos.
Eso que se llama apatía no es más que el deseo de retirarse del terreno público, la insistencia en no participar, ni siquiera en la rifa del hogar del jubilado, y menos en las elecciones, porque se sospecha que, sea cual sea el resultado, poco cambiará la vida personal. La sociedad sigue el rumbo establecido, a pesar de los pesares y de las trabas e inconvenientes que van surgiendo, de tanto en tanto, y que se van gestionando de manera más o menos eficaz, sin que haya colapsado por ahora su propia estructura. Ser renuente a la participación electoral, rehuir cualquier debate, por parecer estéril e inútil, es una especie de melancolía que aqueja a mucha gente ya. Creo que es uno de los síntomas de la profunda soledad que nos rodea y a la que estamos abocados.
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