I Ching

Escribo bajo el influjo de una pena que se parece bastante a la derrota, de una clarividencia oscura y de ese desánimo de quien sabe que no tiene ni tiempo ni ganas de revoluciones. La DANA ha levantado el papel de regalo, ya rasgado, que envolvía nuestro país, el agua se ha llevado el maquillaje y la equidistancia para darnos de bruces con lo que ya sabíamos; estamos en manos de ineptos, enchufados, prepotentes, fantasmas, ciegos y adictos al poder que se mantienen gracias al blindaje de su falta de compasión.

Del otro lado del charco, Donald Trump se encarama por derecho democrático a la presidencia de Estados Unidos y anuncia que cumplirá sus promesas. Gracias a él nos acercamos a una era imprevisible donde el hombre más rico del mundo dueño de esa red llamada X (Twitter) que arrastra tanto lodo ha apoyado a su líder con más de 130 millones y rozando el delito electoral.

Europa, la vieja, cansada y hermosa Europa, con su realeza reconvertida en hombres democráticos alojados en el Versalles de Bruselas, mira a derecha e izquierda y coloca en el panel de información el avance de este inespecífico descontento que sabe Dios qué traerá.