El fracaso sin paliativos con el que BBVA ha cerrado su opa sobre el Sabadell aboca a los dos bancos al inevitable recuento de pérdidas ... en el día después de una batalla larga y descarnada en su recta final. La entidad vasca que preside Carlos Torres se ha visto obligada a capitular ante la evidencia de no haber podido convencer ni de lejos a los accionistas de la firma catalana, que tuvo que vender un activo tan importante como su filial británica para intentar frenar la operación. El desgaste es evidente entre los vencidos, empezando por el daño en la reputación, como en los teóricamente vencedores, que saldan la ofensiva más empequeñecidos de como la afrontaron.
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Los mercados dictaron ayer sentencia. Revalorizaron las acciones de BBVA como muestra del alivio con el que los inversores ven zanjados nuevos riesgos, a pesar de que Torres haya asumido sin ambages la derrota, la segunda en su intento por hacerse con Sabadell. Su solemne declaración con la que da por «cerrado el capítulo» de la fusión supone el carpetazo a un culebrón que podría pasar factura a su liderazgo, aunque ayer no viera motivos para su dimisión, tras haber mantenido en vilo al mundo financiero durante 17 meses.
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