Un mundo bipolar
Los intereses norteamericanos están amenazados por una China imparable, a la que los expertos sitúan al frente de la economía mundial y con una poderosa fuerza militar
Tras la caída del muro de Berlín y las consecuencias políticas que este acontecimiento tuvo no sólo para la Europa del Este, sino también para ... la Unión Soviética, que terminaría por implosionar, dando lugar a un buen número de repúblicas, Francis Fukuyama publicaba su famoso libro 'El fin de la Historia y el último hombre', una de las obras clave de finales del siglo XX. En este volumen de 1992 no hacía sino insistir en una idea que había avanzado en un artículo de 1989, que el mundo se dirigía hacia el triunfo de la democracia liberal, orillando a ideologías rivales como el absolutismo, el fascismo o el comunismo. La desaparición de la URSS parecía confirmar el punto de vista de este reputado politólogo norteamericano, pero la realidad de las últimas décadas no parece haberle dado la razón, como él mismo ha reconocido en ensayos posteriores. De hecho, con el inicio del siglo XXI, la democracia está estancada o en declive, según los datos que maneja Freedom House, organización no gubernamental con sede en Washington que promociona la democracia, la libertad política y los derechos humanos. Si la Rusia de Boris Yeltsin pudo en un momento orientarse hacia un sistema democrático, con las imperfecciones que se quiera, esto ya no fue posible con Vladímir Putin. Como tampoco ha sucedido en otros países ex soviéticos, que han optado por regímenes autoritarios.
No obstante, China es el caso más representativo. Para muchos analistas, las reformas económicas iniciadas por Deng Xiaoping traerían consigo la democratización del gigante asiático, cosa que, sin embargo, no ha sido así. La reelección de Xi Jinping como secretario general del Partido Comunista Chino en octubre del año pasado, otorgándole plenos poderes, es una muestra evidente de que el capitalismo es plenamente compatible con la dictadura comunista. De manera que, si en algún momento hubo una cierta esperanza hacia un mundo unipolar basado en la armonía democrática o hacia un mundo multipolar auspiciado por los organismos internacionales como la ONU, por ejemplo, y con una diplomacia abierta y colaborativa, hoy en día ese anhelo ha desaparecido, volviendo al bipolarismo histórico: Alemania versus Reino Unido tras el hundimiento de Francia en 1870 o Estados Unidos versus la Unión Soviética entre 1945 y 1992. El nuevo mundo bipolar está marcado por Estados Unidos versus China, que, después de varias décadas, ha reemplazado a la URSS. Este fortalecimiento de la figura de Xi Jinping no puede sino aumentar la intensidad de las tensiones entre Washington y Pekín, según el prestigioso economista francés Christian Saint-Étienne, quien sostiene que el riesgo de conflicto militar directo entre ambas potencias alcanzará su pico en menos de cinco años ('Le conflit sino-américain pour la domination mondiale', 2022).
Es, qué duda cabe, un vaticinio muy catastrofista, mas, si nadie lo impide, puede convertirse en un escenario real. Con una conflagración tan devastadora como la que tenemos en estos momentos en el corazón de Europa, no cabe descartar horizontes con muchos nubarrones. Se trata de esa lógica de la dominación del mundo que ha movido a los grandes imperios desde tiempo atrás. Por un lado, Estados Unidos no está dispuesto a perder su posición de primacía y, por otro, la República Popular se encuentra en condiciones óptimas para erigirse en el nuevo amo del mundo. Así, nos encontramos con varios escenarios en los que ambos colosos pueden enfrentarse, a saber: Asia, África y América Latina. Siguiendo a Saint-Étienne, ambos aspiran a imponerse en el tablero mundial, rivalizando en lo que se conoce como fintechs (término procedente de las palabras en inglés Finance and Technology), campos en los que China está jugando un papel fundamental, invirtiendo ingentes cantidades de dinero.
Es en este contexto sumamente competitivo donde debemos enmarcar el viaje del secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, a Pekín para entrevistarse con su homólogo Qin Gang. Si bien también ha tenido la oportunidad de conversar con Wang Yi, director de la Oficina de la Comisión Central de Asuntos Exteriores del Comité Central del Partido Comunista de China, y con el propio Xi Jinping, lo que nos da una buena idea del alcance de la visita. Visita que se debía haber producido en febrero, pero que, a consecuencia del globo espía, fue cancelada. Hacía cinco años que no se producía un encuentro de estas características y es posible que sirva para preparar una reunión entre los presidentes de Estados Unidos y China este mismo año. En realidad, los logros alcanzados son mínimos y la presencia de Blinken en Pekín sólo sirve para rebajar algo las tensiones, aunque no para solucionar el problema de fondo: la enorme rivalidad entre ambas superpotencias. Y aquí Trump y Biden coinciden. Sólo las formas de uno y otro son distintas. Los intereses norteamericanos están amenazados por una China imparable, a la que todos los estudios la sitúan en el corto y medio plazo al frente de la economía mundial y con una poderosa fuerza militar. Para Wang Yi está claro: o cooperación o conflicto. Difícil elección.
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