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El motín de los Wagner

Martes, 27 de junio 2023, 06:50

Ya en el siglo XVIII Adam Smith, el padre de la economía clásica, sostenía que la intervención del Estado en los asuntos públicos debía ser ... mínima. En concreto, tenía que limitarse a aquellos campos en los que la iniciativa privada no era capaz de invertir, como, por ejemplo, las grandes infraestructuras, o en aquellos otros que debían ser monopolio estatal, como la policía, la diplomacia y el ejército. Cuando el famoso filósofo escocés escribió su obra, hacía casi tres siglos que, en la Europa Occidental al menos, habían nacido los estados modernos y habían desaparecido las monarquías feudales. Con la construcción de dicho modelo de estado, los señores habían abandonado sus mesnadas y se habían incorporado como los generales de esos ejércitos nacionales que nacieron a finales del siglo XV y principios del XVI. El tiempo de las huestes particulares que luchaban en provecho de un noble había pasado. Esto no quiere decir que los mercenarios hubiesen dejado de existir. Ahora sirviendo, eso sí, en dichos ejércitos nacionales. Por tanto, en la conformación de los estados modernos y contemporáneos, la violencia es patrimonio del Estado, razón por la cual nunca he entendido la existencia de un grupo armado como Wagner. Se podrá argumentar que, a diferencia de las milicias medievales, ellos combaten por Rusia y no en beneficio propio. Sin embargo, eso puede ser algo controvertido si tenemos en cuenta su actuación en varios países africanos y la fortuna acumulada por su cabecilla, Yevgueni Prigozhin.

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Un grupo armado a las órdenes de un particular, aparte de ser inconcebible en un Estado moderno, puede acarrear problemas, ya que sus componentes no están sometidos a la cadena de mando militar propiamente dicha, en este caso a la rusa. Al contrario, los Wagner obedecen a Prigozhin, un empresario con antecedentes penales y sin tradición militar; no obstante, quien se cree su fundador, Dmitri Utkin, sí la tenía. Su proximidad a Putin ha favorecido, en cualquier caso, su existencia. Con todo, es verdad que, como en la inmensa mayoría de los países del mundo, en Rusia es ilegal la contratación de servicios militares, por lo que, legalmente, Wagner no existe. El hecho de que sus intereses, al menos hasta ahora, hayan coincidido con los del Kremlin, ha permitido su pervivencia, pudiendo llevar a cabo acciones muy poco decorosas para un ejército convencional. Porque si algo ha caracterizado a sus agentes es su enorme brutalidad, habiendo sido acusados de cometer crímenes de guerra en las zonas en las que son desplegadas.​ Estas imputaciones incluyen violaciones y saqueos contra la población civil. Aquí cabe recordar que la Unión Soviética ratificó en su día la Convención de Ginebra sobre el derecho internacional humanitario, de manera que, en teoría, la brutalidad de los soldados rusos debería ser menor. Y digo en teoría porque ahí tenemos las matanzas de Bucha o Irpín, en Ucrania. Los herederos del antiguo Ejército Rojo se comportan con una crueldad que nos recuerda a la desencadenada en la Guerra Civil Rusa y en la Segunda Guerra Mundial.

La invasión de Ucrania ha permitido, por un lado, no sólo fortalecer al grupo, sino también al propio Prigozhin. Es cierto que su participación ha sido importante en algunas fases de la contienda y, en especial, en la toma de Soledar y de Bajmut, si bien con un coste en víctimas humanas enorme. Por otro, ha aumentado el enfrentamiento del líder de Wagner con el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, y con el jefe del Alto Estado Mayor, el general Valeri Guerásimov. Sus críticas a estos últimos por la estrategia seguida en Ucrania y por la falta de envíos de munición y armas a sus hombres son muy conocidas. Al punto que la tensión ha llegado a tal extremo que el pasado 23 de junio, Wagner inició un motín en forma de 'marcha por la justicia', ocupando Rostov del Don, continuando por Vorónezh y acercándose a 200 kilómetros de Moscú. Más que un golpe de Estado, para hacerse con el poder, creo que la intención de Prigozhin era forzar al presidente a cambiar la cúpula militar para mejorar los resultados de las tropas rusas en el frente, aunque, al final, su objetivo ha fracasado. La alocución de Putin la mañana del día 24, acusando a los sublevados de antipatriotas, tuvo éxito y abortó la crisis en cuestión de horas. ¿Esto demuestra la debilidad del presidente como han señalado algunos analistas y, sobre todo, Zelenski? No estoy tan seguro, pues la crisis ha durado un día y le ha servido a Prigozhin para plegar velas a cambio de su exilio en Bielorrusia. Mucho se habla del papel desempeñado por Lukashenko, pero tiene su lógica. Prigozhin es visto como un héroe por buena parte de la población rusa, de suerte que un castigo excesivo podría acarrear consecuencias. Y siendo Lukashenko un aliado fiel de Putin, Bielorrusia puede ser la solución idónea para un Prigozhin con un futuro incierto. Como el del propio Shoigú, cuyos días al frente de Defensa pueden estar contados, puesto que la conflagración no prospera como la había imaginado el Kremlin. Veremos.

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