¡Yo no me callo más!
En este artículo pedido con motivo del 25-N, su autora relata por primera vez el abuso que sufrió a los siete años: «Temo ser aquella niña pegada a la pared»
Hará de esto cincuenta años. No he podido concentrarme para calcularlo con exactitud. Me es casi imposible. Es la primera vez que lo cuento públicamente. En cierta medida me he exorcizado, porque se lo he tenido que contar a mis hijos, que no lo sabían. Y lo hago porque cada vez que digo que aquí mismo, en Euskal Herria, una de cada cuatro mujeres sufrimos o sufriremos violencia, violencias, vejaciones, violaciones, a lo largo de nuestras vidas; es decir, cada vez que digo que sufrimos de manera estructural violencia machista, no pensemos que les pasa a otras, en otros lugares. Nos pasa a todas. Ocurre en gran medida en la impunidad de la intimidad o no muy lejos. Pero no solo. Ocurre en todas partes. Y es un gran problema de todas. Y de todos. Porque nosotras somos también hijas, madres, abuelas, amigas, parejas... O sea que ¡a ponerse las pilas! Comenzando desde el chiste supuestamente gracioso hasta todo lo demás.
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Pero sobre todo, este es un problema de todas, de nuestros cuerpos, de nuestros territorios.
Hará de esto cincuenta años, en una colonia de verano, no importa dónde, no importa casi nada... Lo que a mí me importa es que en este ejercicio que hago hoy y que he tratado de hacer en alguna otra ocasión todavía me tiemblan las manos. Porque hoy es el día que, tras muchos años, pienso que esto, todo esto que ha pasado desde entonces en mi vida, es un sueño, que la vida es aquello. Y temo con pavor despertarme de este sueño y ser aquella niña de siete años, pegada a la pared. Pegada porque no la podía traspasar. Aquella niña que quería hablar con su madre por teléfono porque no estaba contenta en aquellas colonias y se enfrentó a aquel horror. Y digo horror porque, si no, vomitaría todo lo que me produce pensar en aquello. Es más, podría vomitar físicamente y no lo quiero hacer.
La igualdad no nos va a pasar, la igualdad la lucharemos
¡Sí! Hoy, tras todo este tiempo, pienso que es un sueño que mi madre y mi padre me vinieran a buscar, que nos marcháramos de allí. Me veo mirando desde la ventanilla trasera de un 850 color azul azafata, viendo cómo cada vez quedaba más lejos aquel lugar, aunque yo lo llevase tatuado dentro de mí. ¡Y para este tatuaje no hay láser! Este no se puede eliminar; o yo no lo he podido eliminar. Guardé en secreto lo ocurrido durante muchos años. También me pongo casi loca acordándome cuando, al tiempo, se lo conté a mi madre. Qué dolor, qué rabia, qué impotencia... Supimos que él había muerto.
Por todo esto cada día me pongo en el lugar de cada una de las mujeres que sufren un tipo u otro de violencia. Y si lo cuento hoy es porque cada año cuando llega el 19 de noviembre, el 25 de noviembre o el 8 de marzo, nos movilizamos, nos ponemos lazos... y todo esto está muy bien. Permite visibilizar situaciones muy duras que vivimos las mujeres a diario, pero no sirve de nada si efectivamente no ponemos en marcha políticas públicas que transformen de raíz las condiciones para que la violencia física, verbal, económica, las violencias simbólicas... para que todas las violencias que padecemos desaparezcan. En esto está trabajando el feminismo desde siempre.
Esto no se hace con tiritas. En un estudio realizado sobre la Democracia Patriarcal en la Comunidad Autónoma Vasca becado por Emakunde se concluye que los mecanismos patriarcales se dan en todos los ámbitos y todas las estructuras sociales en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. Las autoras proponen un proceso de despatriarcalización para la mayor democratización de esta sociedad. Hacen falta cambios que transformen de raíz esta realidad que padecemos. Por tanto, lo único que hacemos poniendo tiritas es tapar la herida hasta que supure.
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La igualdad no nos va a pasar, no va a llegar un día mientras nos partimos el espinazo esperando el momento. La igualdad la lucharemos, y la igualdad hay que implantarla desde el Estado que en Euskal Herria no tenemos, haciendo partícipes a las mujeres, al feminismo, con todas. Quiero compartir una frase de Angela Davis, reivindicando así su idea de feminismo integral, de su lucha. Dice: «El feminismo es la idea radical que sostiene que las mujeres somos personas». ¡Esto mismo! Si lo he contado hoy es porque nos pasa a todas, porque #EzNaizIsilduko ¡Porque ya está bien!
Este periódico abre hoy una serie de artículos con las principales dirigentes de la política y las instituciones vascas por el Día Mundial contra la violencia machista
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