Aprender a cambiar
Aunque no la queríamos ver, la 'última crisis' empezó y se desarrolló desde 2006. Sólo cuando se hizo innegable, la realidad nos puso en su ... sitio. Fue un momento crítico. Veníamos de una etapa de crecimiento y bonanza y parecía que la fiesta no tenía fin, pero como casi todo en la vida es cíclico, llegaba la contracción y el descenso, sin punto de inflexión en el horizonte inmediato. Tocaba abrocharse el cinturón y que la caída fuera lo menos abrupta y descontrolada posible.
Desde 2008, la sociedad ha trabajado en todos los frentes para recuperar posiciones y tratar de dibujar un horizonte más optimista. Hubo momentos en los que pensamos que no nos íbamos a recuperar, pero una vez más volvimos a superarnos y hoy hemos llegado a la parte positiva del ciclo.
Hasta ahora, gestionar esos ciclos se asemejaba a trabajar como en el Antiguo Testamento: guardar el grano para la época de sequía y capearla de la mejor manera posible. Para afrontar periodos similares bastaba con prever escenarios, adoptar medidas con antelación, ajustar el gasto, ser exigentes en las inversiones, dinamizar la organización para luchar contra el ciclo negativo. Pero, ¿es válida esta receta para el contexto actual?
¡Pues no! Hoy la economía está acelerada en su capacidad de crear nuevos modelos de negocio, rompiendo con los esquemas anteriores a una velocidad mayor de la que nos gustaría. El cambio es más profundo e inesperado. Si hacemos la analogía del mar, algo está cambiando en el fondo marítimo y ya no basta con capitanear tu barco y empoderar a la tripulación para navegar en entornos tormentosos o apacibles, entre ciclos positivos y negativos, que van y vienen. En estos tiempos, es posible que mañana no tengamos ni agua sobre la que navegar porque alguien ha reconvertido el sector, con perspectiva nueva y orientado al cliente, y nuestro modelo de negocio y de organización se encuentren en tierras áridas desde donde no se pueda hacer nada con el barco ni con las velas y debes reconvertir a tu tripulación en exploradores de nuevas tierras a la fuerza y por pura necesidad.
Ahora hay que levantar la cabeza mirando lejos, estar en alerta extrema ante nuevos movimientos, aprender constantemente, limpiar paradigmas de nuestra mente, de nuestros equipos y de nuestras organizaciones. Lo pasado no es garantía de éxito futuro. El tiempo de adaptación se reduce, haciendo inútil aquel esquema japonés de la mejora continua en el que prima la calidad por encima de todo lo demás. El lema 'lo haremos mejor' es insuficiente. Ahora, primero hay que hacer, probar y, luego, tras demostrar que es un camino viable, pasar a hacerlo mejor y más rápido.
Necesitamos cambiar la forma de enfocar nuestras empresas. No podemos limitarnos a usar las ideas de otros y replicarlas tal cual. Adaptarse según lo que otros hacen no garantiza la supervivencia, sino una agonía lenta y vivir en un stress continuo de copiar más rápido. Ser followers de otros no es el camino. Sólo hay una vía que consiste en crear los cambios, trazar el camino nosotros mismos y que sean otros los que se preocupen de copiarnos. Ahí tenemos el ejemplo de Google, desde el éxito del freemiun como palanca de un negocio de publicidad (el poder del dato) hasta los 'fracasos' de sus aplicaciones. Ellos experimentan para poder dar el salto exponencial y llevar la delantera sin miedo a enterrar aquellos proyectos de poca penetración.
La sociedad vasca tiene los mimbres para hacerlo de forma diferente. Tenemos la tecnología, a los jóvenes mejor preparados de nuestra Historia, existen generaciones previas con gran experiencia y capacidad de aportar y disponemos de los recursos necesarios para crecer y desarrollar todo nuestro potencial en una Economía de escala mundial e interconectada.
¿Que nos falta? La interconexión de todo ello en proyectos ganadores, proyectos innovadores donde la combinación de nuevas formas y experiencias anteriores agrupen y conecten las competencias necesarias para el desarrollo y aceleración de los proyectos. Sin límites y sin paradigmas preestablecidos, creando modelos diferenciados e innovadores, aunando visiones de proyectos escalables e impactantes en el mundo. Y sin miedo a probar y probar, abrir y cerrar.
La actividad emprendedora de Euskadi ha aumentado hasta tasas desconocidas. La percepción sobre la existencia de buenas oportunidades de negocio también ha subido hasta llegar al 30,6%. Y la confianza de los inversores vascos en el primer semestre de 2018 ha avanzado 1,4 puntos.
Todos estos datos refuerzan unas expectativas francamente alentadoras para la sociedad guipuzcoana, a las que habría que sumar la estabilidad y serenidad de una sociedad que sabe lo que es trabajar duro, valora la confianza y crece.
Así que tenemos motivos para ofrecer un valor añadido y diferencial respecto a los competidores de nuestro entorno siempre y cuando sepamos que éste es el momento, que es necesario pisar el acelerador de forma diferente. El mundo lo escriben los que lo dibujan y eso se ha acentuado en esta nueva economía. ¿Vamos a dibujarlo o nos vamos a limitar a copiar? ¿Hemos aprendido?
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