Vox se empeñó ayer en agitar la temperatura del debate hasta convertirlo en un monumento al despropósito y al insulto. El cruce de acusaciones con ... los diputados de Sumar refleja el clima tóxico de provocación que se ha apoderado de la política española con intercambios de reproches de 'neofascistas' y corruptos que convierte esta película en un lamentable retrato en blanco y negro en el que solo se buscan socios incondicionales. ¿Ayuda la norma aprobada a la distensión territorial? Debería ser así, pero existen dudas razonables a corto y medio plazo. Las elecciones catalanas han dado una gran baza a Sánchez pero la ofensiva judicial contra la amnistía solo acaba de comenzar y la derecha está en pie de guerra. Los partidos nacionalistas periféricos toman nota de la situación –el PNV desde luego– porque le impide llegar a entendimientos razonables con el centroderecha mientras la mecha identitaria siga encendida.
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La reacción de ayer de los soberanistas catalanes es precisamente una perversa alianza para Sánchez. La ley de Amnistía va a tener efectos indudables sobre un sector social al que la judicialización del procés había complicado la vida. En lugar de aplicar el bálsamo de la reconciliación y la construcción de puentes, el independentismo catalán hace una lectura triunfalista frente al Estado, y asegura que el siguiente paso es el referéndum de autodeterminación. Palabras con las que complica el relato a Sánchez y dan munición ideológica al PP y Vox. Solo desde la debilidad de los que han perdido la mayoría absoluta pero siguen obcecados puede entenderse semejante obstinación. Los adversarios de una salida civilizada son pues poderosos, tienen intereses en conflicto y están en ambas orillas. Pero la política democrática tampoco puede despacharse como si no pasase nada. La decisión del Congreso marca un antes y un después y todos deben retratarse.
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