Nunca escondió unas claras convicciones religiosas, morales e ideológicas, sobre las que cimentaba sus decisiones y su manera de actuar. Hombre de una pieza, cuando ... tomaba una determinación o elegía un rumbo raras veces se apartaba ni faltaba a la palabra dada («si algo lo veo claro, voy a fondo», solía decir). Puede que aquí esté la clave de su tenaz resistencia a la presión terrorista y al chantaje mafioso. Dárselas de héroe no iba con su estilo, pero quienes le conocían admiraban su valentía.
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«De Markina, muy de Markina», le gustaba presumir, por cosas del destino hizo la mayor parte de su vida en San Sebastián. Formado en Deusto como abogado economista, tras su paso por una multinacional eléctrica ingresó en el sector financiero donde participaría desde primera línea de las profundas transformaciones operadas en la banca española durante el último tercio del siglo. Tuvo responsabilidades en entidades significadas de la vida social guipuzcoana como el balneario de Cestona, la inmobiliaria Kursaal o el casino donostiarra, desde cuyos consejos de dirección ayudó a superar situaciones de crisis.
Aunque nunca sintió especial pasión por la política, en 1977, estimando la necesidad de comprometerse cívicamente con la naciente democracia, ingresó en la Unión de Centro Democrático. Fue uno de los siete junteros electos de las candidaturas democristiana y centrista en la primera legislatura foral en Gipuzkoa. Vino entonces la liquidación física, política y social de la UCD vasca: compañeros como Jaime Arrese, Juan de Dios Doval, Luis Candendo y Ramón Baglietto cayeron asesinados, otros se exiliaron ante el riesgo que corrían sus vidas y quienes como él aguantaron se vieron obligados a llevar una existencia poco menos que clandestina. En lo peor de la campaña de acoso, el presidente del Banco Popular le ofreció un puesto fuera de Euskadi. Pero Fernando y su inseparable Maritere resolvieron que nadie les echaría de su tierra.
El viacrucis no acabó ahí. A partir de 1997 sufrió reiteradamente la extorsión económica de ETA bajo amenazas de muerte. Tampoco esta vez consiguieron los pistoleros doblegarle, aun al precio de años de sufrimiento y de ansiedad para él y toda su familia.
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En el libro biográfico publicado semanas antes de su fallecimiento, Fernando Aramburu Bastida se definía así: «No he sido figura en nada. Eso sí, ¡he cumplido! Pocas veces habré defraudado». Lo dicho, un hombre de convicciones y de decisiones; cabal, de pies a cabeza. Que la tierra le sea leve.
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