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Un velado silencio se mezcla con el rumor permanente de la civilización en el monte Ezkaba (895 m. de altitud). El monte Ezkaba o San Cristóbal como es conocido por muchos, es denominado así no tanto por su fuerte sino por una ermita que estuvo situada en su cima y de la que hay memoria desde el siglo XIII y que estuvo en pie hasta finales del siglo XIX. A la ermita de San Cristóbal, patrón de los viajeros, se le atribuían cualidades curativas contra las cefalalgias, lo que incentivó la peregrinación de numerosos devotos hasta el siglo XVI. A pesar de ello, la ermita fue utilizada como lazareto para los enfermos de la epidemia de Peste que asoló Navarra en 1599.
La posición estratégica del monte Ezkaba hizo que la presencia de construcciones militares destinadas a controlar los accesos a la comarca de Pamplona fuera permanente. La más antigua testimoniada es el castillo de San Cristóbal, que fue arrasado en 1276 por el señor de Beaujeu tras destruir la ciudad vieja de Pamplona en la 'Guerra de la Navarrería'.
Viajeros, soldados y presos han sido asiduos visitantes de la ermita de San Cristóbal o sus posteriores fortalezas o edificaciones militares. En la historia más reciente destaca todo lo acontecido en torno al fuerte de Alfonso XII o de San Cristóbal, que se construyó para defender Pamplona, pero la aparición de la aviación de guerra hizo que esta instalación quedara obsoleta.
El fuerte, construido en 1878 y convertido en prisión en 1934, estuvo destinado a tal fin hasta 1945. Como presidio político viviría los capítulos más tristes durante la guerra civil española (1936-1939), siendo uno de los símbolos de la represión franquista.
Dicha fortificación fue escenario de una de las obras del célebre escritor Ernest Hemingway: 'The Sun Also Rises/Fiesta'. Durante una caminata nocturna junto a los baluartes de la ciudad el escritor escribió «contemplamos la llanura. Los árboles, en largas hileras, estaban oscuros a la luz de la luna. Se veían los faros de un coche por la carretera que ascendía a la montaña más próxima. En la cima vimos las luces de la fortificación militar».
Los historiadores destacan que «como presidio político fue escenario de uno de los capítulos más sangrientos de la guerra civil española». Además, destacan que «muchos presos de San Cristóbal no sobrevivieron a su encarcelamiento. Un número importante de presos gubernativos, tras ser 'puestos en libertad', eran asesinados por grupos paramilitares, previamente informados, que les esperaban a la salida» recogen los escritos históricos de la época. No fue el único intento, ya que «otro grupo significativo de presos murió tras intentar fugarse. El primer intento relevante ocurrió en octubre de 1936, tras el que fueron ejecutados 25 presos».
Información mide
Horario El recorrido que oscila entre senderos de tierra, pistas y carretera, se puede realizar en unas 2,5-3 horas a un ritmo tranquilo. Interesante por la historia que resume.
Distancia 9,95 kilómetros
Desnivel positivo 427 metros
Severidad del medio 2
Dificultad de orientación 2
Dificultad del terreno 2
Esfuerzo necesario 2
El 22 de mayo de 1938, 795 presos republicanos lograron escapar de la prisión. Tras la gran fuga del penal de Ezkaba que ocurrió el 22 de mayo de 1938 las autoridades pusieron en marcha una verdadera cacería que finalizó con el asesinato de 220 personas.
Además, cientos de presos murieron a consecuencia de las insalubres condiciones de vida en el penal, por la falta de atención médica y por la escasa alimentación; «entre ellos, 46 de los fugados capturados tras el 22 de mayo de 1938. En un primer momento, los presos que fallecían eran enterrados en los cementerios de las localidades cercanas. Cuando estos lugares llegaron al límite de su capacidad, las autoridades militares decidieron crear un cementerio en las proximidades del Fuerte: el Cementerio de las Botellas», recuerdan los escritos sobre el duro episodio.
Tan solo tres de los fugados, uno de ellos Jovino Fernández (nacido en 1908 en Santa Marina del Sil, en el municipio leonés de Toreno), del fuerte de San Cristóbal lograron recorrer los 53 kilómetros que los separaban de la frontera con Iparralde. Actualmente, la GR-225 recuerda su huida «en homenaje a la evasión». Este itinerario ha buscado los caminos próximos a los lugares en los que se han encontrado los cuerpos de aquellos que no lograron su objetivo.
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Elisa Belauntzaran
Esta gran ruta se inspira en la huella de aquellos hombres que alcanzaron la muga cruzando los ríos Ultzama y Arga hasta llegar a Urepel. La ruta GR-225 o Fuga de Ezkaba se ha dividido oficialmente en cuatro etapas: una primera etapa: Fuerte de Ezkaba-Olabe (14 kilómetros aproximadamente); segunda etapa: Olabe-Saigos/Saigots (14 kilómetros aproximadamente); tercera etapa: Saigos/Saigots-Sorogain (16 kilómetros aproximadamente) y una cuarta etapa: Sorogain-Urepel (10 kilómetros aproximadamente).
Una ruta en la que la mezcla de paisajes por montes, bosques y senderos interminables por zonas de pastos que conducen al senderista hasta Sorogain es un estrecho y encajonado paraje enclavado en el valle de Erro que linda en su vertiente septentrional con las tierras bajonavarras del valle de Aldude. Al final de dicha ruta, en Urepel, se encuentra una escultura en honor a Jovino Fernández, obra de Javier Oyarzun, que durante 13 días de fuga luchó por su lograr libertad por los montes de Navarra.
La subida a Ezkaba desde Artica es sencilla. La iniciamos desde el parking junto a la ciudad deportiva de la localidad, donde además podremos ver su lavadero, el pozo y la iglesia. Seguimos la indicación que señala hacia Azoz siguiendo un camino muy ancho entre pinos y luego a cielo abierto hasta que llegamos cerca del collado.
A partir de ese punto tomaremos el camino de la cresta del monte Ezkaba Txiki un poco más adelante. En el camino de la cresta tiene la dificultad de salvar una zona de roca. El camino de la cresta es agradable y tranquilo, poco a poco los robles van ganando terreno a los pinos que pueblan esta zona, hasta que los pinos casi desaparecen. Debemos seguir la senda estrecha continuando ascendiendo. El único punto difícil es una pared de roca de unos dos metros de altura, pero con muescas en la piedra que facilitan colocar los pies y seguir el camino sin gran dificultad.
Así llegaremos hasta el Poché donde existe un poste del GR. Seguiremos caminando hasta llegar a la cima de Ezkaba Txiki. Puede pasar desapercibida, porque el buzón que existía allí ha desaparecido y solo quedan los vestigios que alguna vez existió. Era del mismo tipo que corona el Monte San Cristóbal. Unas piedras tratan de indicar el lugar exacto de la cima con un buzón.
La cima está rodeada de árboles, pero podemos ver localidades como Villava y Burlada y al otro lado, el valle de Ezkabarte. Desde allí nos dirigimos hacia el monumento en recuerdo de los fusilados. Después, comenzaremos el descenso hasta Artica. La ruta está muy bien indicada con marcas rojas y blancas, además de los indicadores verticales que nos guían durante todo el trayecto.
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