Everest, pero ¡qué barbaridad!
Una vez más vemos esas terribles y hasta macabras imágenes de la parte final de la ascensión al techo del mundo con cientos de personas haciendo cola para la foto de cima
Volando de Katmandú a Doha, estoy en pleno ala del avión y no tengo la suerte, en esta ocasión, de ver las montañas del Himalaya, ... pero me imagino ahí abajo lo que más de uno, de nuevo, habrá sufrido la gente en su particular intento, con éxito o no, pero siempre alguno con tragedia, al Everest, mientras leo fragmentos del libro 'The Climb' (La escalada) de Anatoli Boukreev y la tragedia ocurrida en 1996 quedándome con el subtítulo del mismo, 'Ambiciones trágicas en el Everest'.
Me viene a la mente también esa frase con la que titulamos el pasado 15 de mayo la entrevista en profundidad que le hicimos a Edurne Pasaban con motivo del quince aniversario de sus catorce ochomiles: «Fui afortunada de vivir otras épocas en el Himalaya sin masificación». Sin duda, eran otros tiempos. Primera década del año 2000, cuando ya se empezaba a intuir esa masificación por la cada vez mayor incursión de las expediciones comerciales. Y con todos estos mimbres en mi pensamiento, empiezo a esbozar y a escribir a once mil metros de altura esta columna.
Siempre, cuando llega mayo, salen en todas las redes sociales fotografías y comentarios del disparate de la ascensión al Everest. ¿A qué llamo el disparate del Everest?, pues ni más ni menos a la terrible masificación que sufre esta montaña desde hace ya muchos años, disparate éste que bien queda reflejado en redes sociales con unas imágenes que dan la vuelta al mundo, demostrando esa masificación.
Miro esa fotografía de alguien que moriría exhausto en el campo IV. Me resulta espeluznante… Subir allí arriba, como reza el subtítulo del libro mencionado, sí es una ambición trágica…
La estrecha línea roja que hay entre conquistar la gloria o literalmente morir por ella es tan mínimamente delgada que no la ven quienes se aventuran a jugarse la vida. Estoy totalmente de acuerdo con Edurne cuando me decía que, de volver al Everest, nada de nada: «Siento indignación. ¿Cómo se puede llegar a estropear un lugar tan magnífico como aquél?… ¿Que si voy a volver al Everest?, sinceramente, no se me ha perdido nada allí».
Verdaderamente sigo sin entender a esos cientos de ¿montañeros? que se gastan miles de euros en realizar la ¿ascensión? al Everest, insisto, ¿para qué?, ¿para la foto? Hacer esas colas en puntos estratégicos y a muchísima altura es jugársela. Todo por una foto en el techo del mundo. Una foto que muchos, cada año, pagan con su propia vida. El balance de esta primavera han sido unas 800 ascensiones y 5 fallecidos, 2 de ellos en la parte alta de la montaña.
Me parece una vergüenza que todavía el gobierno de Nepal no ponga trabas a todo este sinsentido. Solo quiere ver sus arcas llenas sin importarle quien vive y quien muere en esas decenas de expediciones a las que les cobra un suntuoso permiso de ascensión.
Sí, este año se habla de que para la próxima temporada exigirán a quien pretenda escalar el Everest tener la experiencia previa de haber ascendido a un siete mil en Nepal y acreditarlo. Hay un proyecto de ley registrado en la Asamblea Nacional con el fin de «Reducir el hacinamiento en la peligrosa 'zona de la muerte' y mejorar la seguridad en la montaña». Habrá que ver que se haga esto realidad y evitar desde ya el disparate del Everest. Porque ciertamente es una barbaridad…
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.