Miembros de Hamás patrullan en Ciudad de Gaza. Eyad Baba / AFP

Gaza, bajo fuego propio: los clanes desafían a Hamás tras el alto el fuego

Una operación de los islamistas contra un clan rival deja más de treinta muertos y destapa una pugna soterrada por el poder entre facciones que hace crecer el temor a un derramamiento de sangre entre los propios palestinos

Ion M. Taus

San Sebastián

Miércoles, 15 de octubre 2025, 00:00

Pese al alto el fuego, la Franja de Gaza no se ha librado del horror, aunque esta vez los enfrentamientos no se han dado entre ... palestinos e israelíes, sino entre las propias facciones gazatíes. La violencia ha dejado al menos 33 muertos y decenas de heridos en distintos puntos del enclave, principalmente en Ciudad de Gaza y Jan Yunis, donde las fuerzas de Hamás han lanzado operaciones militares contra clanes rivales. El estallido llega apenas unas jornadas después de la entrada en vigor del alto el fuego entre Israel y el grupo terrorista, un acuerdo que ha abierto un periodo de incertidumbre y reajuste interno en el poder gazatí.

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Este pasado domingo y lunes, columnas de combatientes de Hamás, apoyadas por vehículos blindados y artillería ligera, irrumpieron en el barrio de Sabra, en Ciudad de Gaza, bastión histórico del clan Doghmush, uno de los grupos familiares más influyentes del territorio. Según fuentes locales, el brazo armado de Hamás habría desplegado hasta 2.000 de sus hombres, entre ellos miembros de las unidades de élite Nukhba, en lo que se describió oficialmente como una «operación de seguridad para evitar la anarquía».

Hamás ha desplegado 7.000 efectivos en todo el territorio con el argumento de «restaurar el orden y evitar un vacío de poder»

Sin embargo, los combates —que se prolongaron casi dos días— dejaron al menos 33 muertos, entre ellos seis milicianos de Hamás, y decenas de viviendas destruidas. Los miembros del clan Doghmush, conocidos por su férrea estructura tribal y su participación pasada en secuestros y contrabando de armas, respondieron con fuego pesado, según informó Al Jazeera, en lo que se podría calificar como el mayor desafío armado al control de Hamás desde 2007, cuando la organización tomó el poder en Gaza, después de derrotar en un conflicto civil a Fatah y expulsarlo de la Franja.

En imágenes que han circulado por la red, varios supuestos milicianos de Hamás disparan contra siete gazatíes arrodillados de espaldas y con los ojos vendados. Sentenciados por «colaborar» con Israel.

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Una calle del barrio de Sabra, en Ciudad de Gaza, donde se produjo el enfrentamiento entre Hamás y el clan Doghmush. Ebrahim Hajjaj/Reuters

El Ministerio del Interior, controlado por Hamás, ha desplegado cerca de 7.000 efectivos en todo el territorio, según informa la BBC, con el argumento de «restaurar el orden y evitar un vacío de poder». Pero fuentes sobre el terreno coinciden en que la operación tuvo un objetivo más político que policial, que no era otro que reafirmar la autoridad del movimiento islamista en un momento en que su legitimidad se tambalea.

Mientras la negociación de paz sigue su curso y se buscan las bases para reconstruir Gaza, Hamás se posiciona como vigilante de la Franja. Según la prensa israelí, cuenta con el visto bueno de Trump. Cuando un periodista le preguntó sobre el papel policial del grupo islamista, el presidente estadounidense respondió que «quieren poner fin a los problemas y se han mostrado abiertos. Les hemos dado la aprobación por un periodo de tiempo».

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Hamás, por su parte, señala a clanes como el de Doghmush y Abu Shabab de saquear los camiones de ayuda humanitaria para vender los suministros en el mercado negro. «No podemos dejar Gaza en manos de ladrones y milicias manipuladas por la ocupación israelí. Nuestras armas están legitimadas para resistir esa ocupación y seguirán existiendo mientras continúe», declaró un portavoz de Hamás a la BBC. «Estamos persiguiendo a los restos de la invasión hebrea y a los mercenarios que colaboraron con ellos. Continuaremos hasta que se restablezca la seguridad en nuestra querida Franja de Gaza», añadió.

A comienzos de este año, Netanyahu admitió que Israel había armado a grupos rivales de Hamás. Según Reuters, clanes como los Dughmush reciben financiación suficiente para pagar buenos salarios a sus integrantes, consolidando así su influencia en la zona.

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Cuentas pendientes

Los enfrentamientos no se han limitado a Gaza capital. El pasado 4 de octubre, antes de la llegada del alto el fuego, las fuerzas Nukhba y la temida Unidad Sahm (Flecha) —acusada por organizaciones internacionales de ejecutar a críticos de Hamás— se desplegaron en Jan Yunis para atacar a miembros de la familia Al Majayda, otro clan con fuerte presencia en el sur de la Franja. Según testigos citados por medios palestinos, después de un ataque israelí en la zona, Hamás allanó el territorio del clan para arrestar a hombres que, según afirmaba, eran buscados por asesinar a miembros de Hamás. Esto degeneró en un tiroteo prolongado que terminó con varias bajas en ambos bandos y el repliegue de las fuerzas de Hamás.

Miembros de Hamás, durante una entrega de rehenes en Jan Yunis Ramadan Abed / Reuters

La tercera pieza de este rompecabezas tribal es el grupo de Yasser Abu Shabab, conocido como las Fuerzas Populares, con base en Rafah, en el extremo sur. Abu Shabab, un comandante beduino de pasado oscuro, admitió recientemente en una entrevista con un medio israelí que mantiene «contactos y coordinación» con la inteligencia israelí. Euronews reveló en julio que Israel habría suministrado armas y material logístico a su milicia, algo que el propio Ejército israelí no ha desmentido abiertamente. En Rafah, todavía bajo control militar israelí, las Fuerzas Populares ejercen hoy un poder de facto en algunos barrios y rutas de distribución de ayuda humanitaria.

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Hamás ha ejecutado a varios miembros de este grupo en los últimos meses, en lo que analistas interpretan como una advertencia a cualquier facción dispuesta a desafiar su hegemonía. «Hamás ha asesinado a más de cincuenta de nuestros voluntarios, incluidos familiares del comandante Yasser, mientras vigilábamos convoyes de ayuda», declaró un portavoz de las Fuerzas Populares a Euronews. Las acusaciones cruzadas entre ambos bandos reflejan un clima de desconfianza extrema, agravado por los rumores de colaboración de algunos clanes con Israel.

Un mosaico tribal

La Franja de Gaza, con sus 2,3 millones de habitantes, no es solo un territorio densamente poblado y empobrecido, sino también una sociedad profundamente estructurada en clanes familiares que actúan como redes de protección, justicia y poder paralelo.

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Estos clanes —los Doghmush, Al Majayda, Abu Shabab, Shamalakh, Nassar, entre otros— mantienen sus propias jerarquías, economías y, en muchos casos, milicias armadas. Controlan barrios enteros, rutas de contrabando, puntos de distribución de ayuda y, en tiempos de guerra, zonas estratégicas de tránsito de combatientes.

El clan Doghmush, originario de Sabra, fue protagonista en 2007 del secuestro del periodista británico Alan Johnston, atribuido a su brazo armado, el Ejército del Islam, un grupo salafista, clasificado como terrorista por EE UU, con vínculos con Al Qaeda. Este grupo fue una de las facciones, junto con Hamás, implicadas en el ataque transfronterizo de 2006 que condujo a la captura del soldado israelí Gilad Shalit, que posteriormente, fue liberado en un intercambio de prisioneros. El clan Al Majayda, asentado en Jan Yunis, se ha movido tradicionalmente entre la neutralidad y el enfrentamiento, dependiendo de las alianzas del momento. Sin embargo, el pasado lunes, el jefe del clan emitió un comunicado en redes sociales en el que afirmaba su apoyo a la campaña de seguridad lanzada por Hamás para mantener el orden público en Gaza, instando a los miembros del clan a cooperar Cuenta con miembros de diferentes afiliaciones, como Fatah y Hamás. Por su parte, el clan Abu Shabab representa una corriente más mercenaria y pragmática, con ramificaciones en redes de contrabando del Sinaí y contactos fluidos con servicios de inteligencia regionales.

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En un contexto bélico durante dos años, de crisis institucional y bloqueo prolongado, estos clanes funcionan como estructuras paralelas de poder que suplen la ausencia de Estado. Hamás, que gobierna desde 2007, ha tolerado su existencia mientras no desafiaran su autoridad, pero la nueva situación tras el alto el fuego ha alterado ese equilibrio.

La retirada parcial de las fuerzas israelíes ha dejado un vacío de poder que los distintos actores locales se disputan

El acuerdo de alto el fuego, promovido por la administración estadounidense de Donald Trump, contempla un plan de veinte puntos para estabilizar Gaza. Entre ellos figuraban el desarme progresivo de las milicias, la retirada gradual del Ejército israelí y la creación de un Gobierno provisional tecnocrático, bajo supervisión internacional.

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Sin embargo, la entrada en vigor del alto el fuego y la retirada parcial de las fuerzas israelíes, junto con el desgaste sufrido por Hamás en estos dos años de ofensiva hebrea ha dejado un vacío de poder que los distintos actores locales se disputan. Israel ha comenzado a retirarse de gran parte de Ciudad de Gaza y Jan Yunis, pero mantiene el control de Rafah y amplias zonas del sur, donde siguen presentes unidades israelíes y asesores militares estadounidenses.

Hamás, que ha declarado que se niega a entregar las armas mientras haya presencia israelí en el territorio, busca reafirmar su posición frente a lo que percibe como una erosión de su legitimidad interna. Detrás del discurso oficial de «evitar el caos», lo que se perfila es una lucha por el poder dentro de Gaza. Con el repliegue parcial del ejército israelí, el terreno político y militar vuelve a ser disputado por los actores internos: Hamás, los clanes tradicionales, y nuevos grupos que aspiran a llenar el vacío, con lo que crece el temor a un derramamiento de sangre entre los propios palestinos.

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¿Balcanización en Gaza?

Los Doghmush y los Abu Shabab no son solo rivales armados contra la hegemonía de Hamás, sino también símbolos de un modelo alternativo de poder local frente al centralismo islamista de Hamás. El peligro es evidente: una balcanización del poder en Gaza. Si los clanes consolidan su autonomía militar, el territorio podría fragmentarse en feudos con lealtades cruzadas, dificultando cualquier intento de reconstrucción o gobernanza unificada.

Al mismo tiempo, Israel —que históricamente ha jugado la carta de fomentar divisiones internas— podría aprovechar la situación para mantener debilitada a Gaza sin necesidad de una ocupación directa. De hecho, varios exfuncionarios israelíes han reconocido públicamente que en los años ochenta Israel contribuyó a la financiación inicial de Hamás para contrarrestar a la OLP y la Autoridad Palestina, y durante la actual guerra el estado hebreo ha admitido haber financiado facciones rivales de los islamistas.

El resultado del alto el fuego ha sido, paradójicamente, un estallido de violencia doméstica en la Franja de Gaza y una fase de reconfiguración interna de las jerarquías. Si Hamás logra sofocar a los clanes rebeldes, consolidará temporalmente su poder, pero a costa de perpetuar la violencia en la región. Si fracasa, podría emerger un nuevo equilibrio de fuerzas, con Gaza convertida en un mosaico de milicias semiindependientes, cada una con su propia agenda y padrino externo. En ambos escenarios, la estabilidad parece lejana. Mientras las potencias internacionales discuten el diseño de un Gobierno «tecnocrático», sobre el terreno la ley que rige sigue siendo la de las armas.

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