«En Odesa había avalanchas en la estación para coger el tren hacia la frontera»
el lasartearra y su familia logran salir de ucrania ·
Iñaki Rodríguez Jauregi y su familia han logrado salir de Ucrania y han sido acogidos en Varsovia por un religioso marianista donostiarra. «Hace tiempo que no sentíamos esta tranquilidad», confiesa«Ahora estamos tranquilos, algo que hace tiempo no sentíamos. Tenemos otro tipo de preocupaciones, pero espero que con el tiempo las podamos solventar». El ... lasartearra Iñaki Rodríguez Jauregui, su mujer Ana y sus cinco hijos, con edades comprendidas entre los 5 y los 18 años, se encuentran ya a salvo en tierras polacas. Tras un periplo «muy duro» que iniciaron el pasado viernes, cuando dejaron el que ha sido su hogar durante una década en el municipio ucraniano de Nueva Odessa, han logrado alejarse, al menos físicamente, del «infierno» de la guerra y sentirse arropados en casa de un religioso marianista, «que casualmente es de San Sebastián. Aquí estamos, hablando de remo y otras cosas de allí», relata el guipuzcoano, agradeciendo la hospitalidad de Emilio Cárdenas y del pueblo polaco antes de emprender viaje a España.
A primera hora del pasado viernes, el guipuzcoano y su familia, de la que también forman parte dos spitz enanos, cerraron la puerta de su casa y se subieron a una furgoneta de la Cruz Roja, «con la tristeza de ver tu vida metida en una maleta y una mochila» y, a la vez, el alivio de poder apartar a sus hijos de la guerra. En poco más de un ahora llegaron a un centro de Cruz Roja en Mykolaiv, a 40 kilómetros de Nueva Odessa.
Al día siguiente madrugaron, siguiendo las indicaciones de la embajada española en Varsovia, para subirse a un autobús de Cruz Roja que les debía llevar a Odesa. «Nosotros viajamos en uno de los cuatro autobuses que partieron, pero se quedaron más buses recogiendo a gente», cuenta. Muchas personas intentando huir, tal y como comprobaron posteriormente en la estación de tren de Odesa.
«Allí había una persona intentando organizarlo todo. A duras penas podía con tanta gente. Nos dijeron que solo había un tren gratuito a Leópolis pero no podíamos asegurar la seguridad de los niños con la avalancha de personas que había para subirse», explica el lasartearra. Así que optaron por mirar trenes de pago. «Nos rascamos el bolsillo y menos mal porque nos han comentado que tres horas después de nuestra salida aviones y barcos bombardearon Odesa».
El viaje en tren duró doce horas, y llegaron a las dos de la madrugada a la estación de Leópolis, por lo que el contacto que debía estar esperándoles no pudo reunirse con ellos debido al toque de queda. En todo caso, les facilitó la dirección de una carpa de Cruz Roja. «Hasta ahí bien. Había muchísima gente. El problema es que luego no pudimos dar con nuestro contacto. Estuvimos llamando a todos los números que teníamos hasta que una voluntaria nos llevó a un refugio para extranjeros donde nos indicaron lo que teníamos que hacer. Por mediación de la embajada se ocuparon de nuestros billetes para desplazarnos a Varsovia», cuenta Rodríguez, de 56 años. Aunque en un principio la idea era ir a Hungría, finalmente la embajada les dirigió a Polonia. «Durante las cinco horas que estuvimos en Leópolis, las alarmas antiaéreas sonaron seis veces», rememora.
«Las alarmas antiaéreas sonaron seis veces durante las cinco horas de espera»
en leópolis
El siguiente recuerdo es ya en Polonia. «Tengo que decir que nada más pasar la frontera recibimos una acogida impresionante. Ya no solo porque teníamos de todo a nuestra disposición; me refiero más al cariño de los polacos, a sus miradas, que te llegaban muy adentro. No soy capaz de describirlo con palabras pero fue muy emocionante», cuenta.
En Varsovia fueron recibidos por el cónsul de España, y les llevaron a casa de un religioso marianista que se había ofrecido para acogerles. «Se ha dado la grata casualidad de que el misionero Emilio Cárdenas es donostiarra», relata agradecido.
«Ha sido impresionante. Nada más pasar la frontera pusieron de todo a nuestra disposición»
acogida en polonia
El viaje, «en el que pasamos muchísimo frío», dejo exhaustos a los niños, «que llegaron enfermos, con fiebre, vómitos y diarrea». El lunes pudieron comprar medicinas para ellos «y ya se encuentran mejor». Iñaki también. «Hemos pasado momentos de peligro y la tensión va relajándose», explica, a la espera de conocer cuándo partirá el avión que les trasladará a España.
El guipuzcoano reconoce que en las últimas horas se sienten «tranquilos», cosa que no sucedía hace tiempo. «Ahora empiezan otro tipo de preocupaciones». Pero ya lejos de las bombas.
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