Marina arina Paulavets y su marido, Ángel, durante una visita a un museo militar en Bielorrusia hace unos años.

«Por criticar al Gobierno en mi país puedes perder a tus hijos, ir a la cárcel o morir»

Marina Paulavets, bielorrusa residente en Eibar, afirma que «siempre ha habido represión, pero tras las elecciones ha sido una barbaridad. El pueblo quiere cambio»

Ander balanzategi

Jueves, 20 de agosto 2020, 06:39

Marina Paulavets es bielorrusa y vive en Eibar junto a su marido, Ángel, y su hija, María. Hace 7 años que llegó a Gipuzkoa ... y contempla la convulsa situación en su país natal con máxima preocupación. Nacida en Borisov, a apenas una hora de la capital, Minsk, clama por un cambio ante la ausencia de reformas y libertades. Su hermano, sanitario de profesión, se enfrenta además al coronavirus en un país marcado por las protestas masivas. «Estos siete años que llevo fuera todo ha cambiado a peor», confiesa a DV Marina, que recuerda que «siempre ha habido represión, pero después de las elecciones ha sido una barbaridad».

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Las elecciones del pasado día 9 decantaron los resultados a favor de Aleksandr Lukashenko con el 80% de votos. Eso es lo que, según el Gobierno, dicen los resultados oficiales, que no acepta la oposición, ni la comunidad intenacional, excepto Rusia. Esto ha provocado que miles de bielorrusos exijan la salida de Lukashenko en las calles y en la violenta respuesta de las autoridades, que han detenido a más de 7.000 personas, con unos 82 desaparecidos. Lukashenko ha arremetido contra los manifestantes tildándolos de criminales, desempleados y «ovejas guiadas» por países extranjeros. Tampoco reconoce los resultados Marina, que ve cómo sus compatriotas se movilizan con manifestaciones históricas en Minsk y otras ciudades: «Este año todo el mundo sabe que no ha ganado. Queríamos un cambio que fuese de forma legal. Y que si algo se torcía, los militares y la policía defendieran a su gente».

La oposición bielorrusa creó la plataforma 'Golos' para organizar un recuento alternativo: «Hacíamos una foto a la papeleta al votar y la subíamos a la plataforma para poder controlar los resultados». La Fiscalía General de Bielorrusia ordenó bloquear la página web de la plataforma. «Hay sitios donde el 100% ha votado a Lukashenko, algo que es casi imposible», aclara indignada.

La crispación del pueblo bielorruso no ha surgido de un día para otro. «La situación de guerra en países como Ucrania hacía bueno lo que pasaba en Bielorrusia», explica Marina. «El mío es un país hermético en el que su presidente admite tener un estilo autoritario. Además, gran parte de la economía y de los medios de comunicación los controla el Estado, lo que dificulta las protestas por miedo a represalias, como perder el trabajo. Cada fabrica -continúa- tiene una especialista de ideología cobrando más que los trabajadores». Marina tiene claro que el cambio pasa por las nuevas generaciones. «Hemos entendido que así no se puede vivir y vemos que los jóvenes pueden cambiar el país».

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Marina hace el signo de la victoria con su familia en Eibar. LOBO ALTUNA

Represión

Las imágenes de los últimos días muestran actitudes represivas que, según Marina, no reflejan la total crudeza de la realidad. «A quienes critican el Gobierno les quitan a los hijos, les meten en la cárcel o incluso les matan». A las brutales acometidas de los «gorilas», como califica a las autoridades que han agredido a los manifestantes, se han sumado los cortes de internet y líneas telefónicas, una muestra más de la represión que impone Lukashenko al país, evitando que la oposición se organice. «La oposición no se podía comunicar, pero tampoco era posible hacer una llamada a urgencias».

A las cargas policiales, los bielorrusos han respondido con una extrema educación y pacifismo. Tampoco se están dando enfrentamientos entre detractores y seguidores del mandatario: «No hay peleas entre los diferentes grupos, nunca pegamos. Somos tranquilos y disciplinados», comenta impasible Marina. Tras las manifestaciones se les ha visto recogiendo la basura y repartiéndose agua. «Nos quitamos los zapatos para subirnos a un banco, eso no pasa en ningún sitio».

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La UE apoya a los manifestantes ante las advertencias de Rusia, y sus líderes han declarado unánimemente que se deberían celebrar nuevas elecciones. También han decidido imponer sanciones a los responsables de la violencia y la falsificación en Bielorrusia. «Los países bálticos y fronterizos se han manifestado por miedo a Putin», comenta Marina sobre sus vecinos. Cree que la estrategia de Lukashenko es mantener el «equilibrio» entre Europa y Rusia para no perder la soberanía, algo que cada vez parece más complicado.

Los próximos acontecimientos marcarán el devenir de la historia de Bielorrusia y de sus habitantes que, de momento, buscan un cambio pacífico ante la violencia del Gobierno. Para ello están convocando huelgas masivas en empresas y servicios de transporte que paralizan el país y responden a las amenazas del régimen. El último dictador europeo, que ya ha anunciado que no entregará el país «ni muerto», se enfrenta a la situación más crítica tras 26 años de mandato. Marina espera desde Eibar una única salida. «Nadie le va a tocar un pelo, pero que se vaya. El tiempo de Lukashenko ya ha pasado».

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